Revista TodoDeportes

Maradona y Messi, pulso entre dos mitos argentinos

Cuando Maradona levantó la Copa del Mundo al cielo del estadio Azteca, en México, el 29 de junio de 1986, Messi aún no había nacido. Llegó al mundo casi justo un año después, el 24 de junio de 1987, quizá producto de los rescoldos de la euforia que se vivía en Argentina luego de haber ganado el segundo mundial de su historia —el primero había sido en 1978—.

Diego Maradona y Lionel Messi durante el Mundial de Sudáfrica 2010. (Foto Prensa Libre: AFP)<br _mce_bogus="1"/>

Diego Maradona y Lionel Messi durante el Mundial de Sudáfrica 2010. (Foto Prensa Libre: AFP)

Messi no ha podido ver la mejor versión de Maradona, la que culmina con el gol del siglo a Inglaterra, ni su pillería en el tanto que consigue con la mano ante el mismo rival, que sería conocido como la Mano de Dios. Sin embargo, 21 años después, en 2007, Messi calca aquellos dos tantos ante el Getafe, en Copa, y frente al Espanyol, en Liga. Estamos en la era de youtube y copiar una obra de arte ya no parece tan difícil, pero cuando se encuentran tantos paralelismos entre dos jugadores, la palabra coincidencia puede quedarse corta. Maradona (30-11-1960) y Messi (24-6-1987) nacieron en Argentina, separados por apenas 300 kilómetros —los que hay entre Villa Fiorito, Buenos Aires, y Rosario—. Su parecido físico es evidente: ambos son zurdos cerrados, no alcanzan el 1.70 de estatura y tienen los pies pequeños y el cuerpo achaparrado. Eso les facilita girar y zigzaguear sobre su eje con el balón pegado al pie con más rapidez que el resto de los mortales. En eso son únicos.

Ambos afrontaron problemas en su infancia. El primero, por la miseria que se vivía en su casa. El segundo, por su dificultad para crecer; por eso le apodaron la Pulga. “Siempre que había poca comida en casa, mi madre decía que le dolía la barriga. Luego me di cuenta de que era para que nosotros pudiéramos comer algo más”, cuenta Maradona en el documental que hizo Kusturica sobre su vida. Los padres de Messi eran algo más acomodados, pero tampoco podían hacer frente al costoso tratamiento hormonal que requería su hijo. De esta forma, el destino llevó a ambos ahora astros del futbol al mismo lugar: Barcelona.

Messi llegó al Barsa a los 13 años y su peripecia está más reciente. Maradona fichó por el club azulgrana en 1982, con 21 años. Como hace más de 30 años, merece la pena detenerse en algún detalle. Josep Lluis Núñez, entonces presidente, pagó por Maradona mil 200 millones de pesetas —¤7.2 millones— a Argentinos y Boca Juniors, que eran los propietarios de su pase. Para hacerse una idea del costo de la operación, récord absoluto de la época, basta decir que el presupuesto del Barsa ese año era de 1.577 millones de pesetas —algo más de ¤9 millones—.

Hasta el papa Juan Pablo II se sumó a las numerosas críticas que recibió tamaño derroche. Supongo que les suena. Con Cristiano o Bale sucedió algo parecido hace poco.

Maradona venía de fracasar en su primer mundial, el de 1982, que se celebró en España. Messi también fue eliminado en forma prematura en su primera cita mundialista, la del 2006, en Alemania. Sin embargo, ambos habían debutado con la Absoluta frente al mismo rival, Hungría, y con el mismo número a la espalda, el 19, y los dos habían logrado antes un mundial sub 20, donde habían sido elegidos mejor jugador del torneo —Maradona, en Japón 1979, y Messi, en Holanda 2005—.

La primera gran diferencia entre los dos astros fue la relación con el Barcelona. Para Maradona fue traumática; para Messi, catártica. Maradona solo estuvo dos temporadas; Messi lleva en el club 13 años; Maradona vivió una etapa oscura y complicada en el club; Messi ha llevado al Barsa a las cotas más altas de su historia.

Uno de los informes que llevó a Maradona al Barsa fue elaborado por Menotti, que luego sería su entrenador en el club azulgrana. Fue en 1978. Según sus palabras, el juvenil enganche era un prodigio de futbolista. El técnico calificó con 9.50 la velocidad, el arranque, la velocidad sin balón y la agilidad de Maradona, mientras que le puso un 9.10 a su rapidez con balón, un 8 en potencia de salto y un 10 en fuerza mental, poder de sufrimiento, concentración y personalidad. Menotti calificó a Maradona como “nada egoísta” y con una “técnica inmejorable”. En sus conclusiones, luego de alabar su dribling, su remate, su visión de juego y apuntar su punto flojo en el juego aéreo, definió así al Pelusa: “Tiene unas cualidades técnicas prodigiosas, regate fácil siempre en profundidad. Tiene una visión de línea recta de cara al gol, pero sabe desprenderse del balón en beneficio del compañero mejor situado. Reflejos extraordinarios. Protege el balón muy bien para jugarlo acto seguido con gran eficacia. Sus pases cortos y disparos son pura maravilla. Cambios de ritmo prodigiosos”. La verdad es que, 35 años después, el informe de Menotti podría servir fácilmente para describir a Messi a la perfección.

“Creo que el Barcelona era un club para mí, de verdad”, confiesa Maradona en su biografía Yo soy el Diego. Pero pronto empezaron los problemas en el club azulgrana. “No conocía la idiosincrasia de los catalanes y no me imaginaba tampoco que me iba a encontrar con un tarado como el presidente Núñez. Cuando perdíamos entraba llorando al vestuario para darnos más plata. Como si jugar mejor o peor dependiera de la guita”. El futbol que practicaba entonces el Barsa no parecía adecuado a sus condiciones: “Pasé de jugar en un futbol tranquilo a… jugar a otra cosa. ¡Ellos corrían y yo tocaba!”. En su primera temporada, cuando empezaba a entenderse con sus compañeros, cuando ya había marcado al Estrella Roja uno de sus goles más recordados, una vaselina desde fuera del área —20 de octubre de 1982—, le “agarró la famosa hepatitis”. Se enteró un día que fue a ver al médico, el doctor Oliva, por un problema en un tobillo: “Me dijo: déjame sacarte una muestra de sangre, que no me gusta nada el color que te veo en los ojos”.

Mientras se recuperaba de la hepatitis —Lluís Lainz, en De puertas adentro, cuenta que en realidad la enfermedad se inventó para enmascarar otra de transmisión sexual—, el Barsa decidió prescindir de Udo Lattek y contratar a César Luis Menotti, “la única alegría en todos mis días” en Barcelona: “Con Menotti ganamos una copa del Rey y una copa de la Liga. Ese fue el mejor Barcelona que yo integré, táctica y técnicamente”. De esa primera temporada dejó para la historia otro golazo para recordar, el del recorte torero a Juan José, en el Bernabéu: “Sacamos un contragolpe desde mitad de la cancha, corrí con la pelota, me salió el portero, lo pasé y encaré solo hacia el arco. Yo veía que por atrás me corría Juan José, que era un defensor petisito, de barba, rubio y con el pelo muy largo. Amagué para meterme con la pelota y todo, lo esperé y cuando llegó, enganché para adentro, casi sobre la línea. Él pasó de largo y yo la toqué despacito al gol…”. A Maradona no se le daba mal el Madrid: le marcó cuatro goles en los seis partidos que jugó contra los blancos. Pero a Messi se le da mejor: es, junto a Di Stéfano, con 18 tantos, el máximo goleador en los Clásicos de España.

La segunda temporada de Maradona en el Barsa tampoco fue completa. Fue debido a la también famosa entrada de Goicoetxea, central del Athletic. Hace ahora justo 30 años Maradona sufría la lesión más grave de su carrera. En otra coincidencia más, Messi está recuperándose de una de las más graves de la suya en los últimos años. Maradona reapareció a principios del año siguiente, 1984, tal y como tiene previsto hacer Messi, en enero del 2014. “Cuando el vasco Andoni Goicoetxea me fracturó, nosotros le íbamos ganando ¡tres a cero!” La entrada puede verse en internet, se produce casi en el centro del campo, pero es de una brutalidad que asusta: “Yo no lo había visto venir en la cancha. Si no, lo habría esquivado, como tantas otras veces ante tantas otras patadas. Pero sentí el golpe, oí el ruido como de una madera que se rompía y en seguida me di cuenta. Cuando se acercó Migueli y me preguntó cómo estaba, le dije llorando: ‘Me rompió todo, me rompió todo”. El diagnóstico fue fractura del tobillo izquierdo y del ligamento. Su agresor reconoció el error años más tarde: “No hubo maldad. Reconozco que fue una entrada alocada que se pudo haber evitado. Pero en una acción anterior había recibido una falta que no me cobraron y estaba más caliente de lo normal. Hoy sería una jugada de expulsión”. Entonces, Goiko solamente vio tarjeta amarilla. El árbitro, para mayor mortificación de los aficionados culés, se llamaba Bartolomé Jiménez Madrid.

Hace poco, en una entrevista en Líbero, le preguntaban a Schuster, compañero de Maradona en el Barsa, por qué no ganaron ninguna Liga con el argentino en el equipo. Esta fue la respuesta del alemán: “Si fuera aficionado me preguntaría lo mismo, pero yo sé por qué. Pasó lo mismo con Cristiano en el Madrid. Cuando llegó Diego tenía una sombra tan grande que nos apagábamos todos. Yo también. Hacíamos lo mínimo. No solo podríamos haber ganado una Liga, sino haber marcado una época, porque había siete internacionales españoles en aquel equipo. No supimos sobreponernos. Y la prueba. Se marcha Diego, y somos campeones con un equipo peor. Con Archibald, que no lo conocía nadie. No quiero desmerecer a Archi, que era un tipo fantástico, pero no tenía ni el 10 por ciento de la calidad de Diego”.

El último partido de Maradona con el Barsa fue la final de Copa 1984, contra el Athletic, “nuestro archienemigo”, que terminó en “una batalla campal” tras su expulsión y la derrota del Barcelona por 1-0. “Menos mal que salieron a defenderme Migueli y los muchachos, porque si no me mataban. Creo que Goiko quería terminar el trabajo que había empezado unos meses antes”. Después de este escándalo, que se saldó con una sanción a Maradona de tres meses sin jugar, dio el portazo: “Dejé un contrato en blanco que me ofrecía Joan Gaspart. Pon la cifra, me decía. De atrás, Cyterszpiller —su representante— me susurraba: ‘Dale, dale, ponela y nos quedamos’. Y yo le dije muchas gracias y me fui”.
Con su traspaso al Nápoles, por más o menos la misma cantidad por la que fue fichado por el Barcelona, se terminó su etapa en el este: “La cosa es que mi paso por Barcelona terminó siendo nefasto. Por la hepatitis, por la fractura, por la ciudad también, porque soy más… más Madrid, por la mala relación con Núñez y porque allí en Barcelona arranca mi relación con la droga”.

La cocaína terminaría con su carrera en forma prematura, ocho años después; primero en Italia, con su primer positivo; luego a nivel internacional, con su segundo positivo; y por fin, tras unas cuantas idas y venidas, llegaría su definitiva retirada cuando cumplía 37 años. En este periodo final de su carrera llegó a jugar para Newell’s Old Boys, precisamente el equipo del que salió Messi. “Fui, soy y seré leproso. Aprendí a amarlo, estando muy poco en Rosario, pero desde donde me toque estar voy a mirar siempre el resultado de Newell’s”. Messi también ha confesado su deseo de jugar sus últimos años en el club donde se inició como futbolista.

El caso es que en el Nápoli y en el Mundial de México de 1986 se vio la mejor versión de Maradona. Incluso Núñez tuvo que reconocerlo: “En México ha sido el mismo que nosotros fuimos a fichar a Argentina. Nadie está más enamorado de Maradona que yo, pero con los grandes jugadores no tuve suerte. Cuando sufrió la hepatitis, estuvimos cenando en su casa y en la puerta había un coche lleno de chicas esperando”.
Messi, al menos de momento, está bastante lejos de la vida disoluta que llevó Maradona y, después de caminar sobre las huellas del mito, ya ha superado ampliamente sus cifras. Maradona marcó 345 goles en los 680 partidos que disputó durante su carrera. Se distribuyen así: 116 con Argentinos Juniors. 35 en Boca, 38 con el Barcelona, 115 en el Nápoli, siete en el Sevilla y 34 con Argentina. Messi aún no ha llegado a los 500 partidos en su carrera: suma 478. Pero ya ha marcado 364 goles, 19 más que Maradona. Y los que le quedan. En cuanto a títulos, no hay color.

Maradona ganó dos ligas en Italia y una Uefa como éxitos más destacados. Messi lo ha ganado todo a nivel de club, suma seis ligas y tres champions, y tiene en su casa cuatro balones de Oro. Maradona, que no pudo obtenerlo nunca, porque hasta 1995 solo se daba este trofeo a jugadores europeos, cumplió 26 años cuando ganó el Mundial de México, los mismos que tendrá Messi cuando se inicie el Mundial de Brasil de 2014. O sea, estén atentos. Leo se está recuperando de su lesión muscular y cuando esté bien del todo, a comienzos de año, con la vuelta de la competición, es probable que empecemos a ver su mejor versión… si aún es posible.