Sin embargo, a los 21 años esperaba a su primer hijo, Carlos Ortiz —ahora de 24 años—, y por recomendación médica solo podía nadar, y empezó a compartir con personas que practicaban triatlón. Ahí conoció a Max Leiva, quien la introdujo al mundo del ciclismo, para 1998, cuando apenas se empezaba a dejar participar a mujeres y sus rutinas comenzaban a las 4.30 horas.
Sin experiencia ni estrategias, ni tácticas, junto a Olga Camey de Noack viajó a Maracaibo, Venezuela, a participar en los Juegos Centroamericanos y del Caribe, en 1998. “Cuando recuerdo esa competencia me da pena. Sufrí terriblemente, y eso que no nos fue mal”, cuenta. “No había ni estrategia ni nada, pero nos enseñó mucho”, recuerda María Dolores, quien empezó a obtener mejores resultados luego de empezar a trabajar, primero, con Francisco Aguilar como entrenador, y después con el estadounidense Dest Dickey.
El ciclo olímpico que comenzó en el 2001 en Guatemala fue el banderazo de salida para la ciclista, quien mantuvo una lucha con la salvadoreña Evelyn García —ahora su entrenadora—, a quien conoció en un campamento en Suiza, en 1999, cuando esta tenía apenas 15 años.
Un año más tarde se adjudicó la medalla de oro en la prueba contrarreloj en los Juegos Centroamericanos y del Caribe de El Salvador, y en el 2003 se agenció la plata en los Panamericanos de Santo Domingo.
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