Y Yelena se hizo atleta, afortunadamente para el atletismo y para el salto con pértiga.
La joven Isinbayeva aca bó convirtiéndose en la Zarina. Ganó todo lo que se podía ganar: batió 28 ré cords mundiales, elevó su horizonte vertical a 5.06 metros, sufrió algunas de rrotas y atravesó por crisis, y tras haber ganado en los recientes mundiales de Moscú, dijo que dejaba el atletismo para ser madre.
La pértiga es una de las pruebas femeninas más re cientes y sus grandes pro tagonistas iniciales prove nían de otros deportes; Isinbayeva, de la gimnasia —destacó de peque ña, pero nunca fue internacional—. La checa Daniela Bartová, que llevó el récord has ta 4.22, también fue gimnasta, pero de élite, y com pitió en los Juegos Olím picos de Barcelona 1992 en su deporte inicial.
La australiana Emma George, que elevó la marca hasta 4.60 metros, tiene unos orígenes más exóticos: era trapecista en un grupo llamado Las Frutas Voladoras. También era poco ortodoxa la estadou nidense Stacy Dragila, que empujó la plusmarca hasta 4.81 y que fue la primera campeona olímpica de la historia —Sídney 2000—. Se dedicaba al rodeo, y al parecer era muy brillante domando caballos.
La Zarina
La que se ha convertido en la atleta más mediática de la historia nació el 3 de junio de 1982 en Volgogra do, la antigua Stalingrado, y más antiguamente llama da Tsartsyn —Agua Ama rilla, en tártaro—, aunque el río que pasa por la ciudad es el Volga y convierte a la ciu dad en un puerto fluvial im portantísimo.
Es hija de un tabarasán, grupo étnico de Dagestán, de sólo 200 mil miembros, y de una rusa. Su padre era fon tanero, y su madre, asistente. Su ciudad natal es una urbe de unos 1.1 millón de personas, que forma parte de la historia, entre otras cosas, por haber sufrido uno de los asedios más largos y violentos de siempre: el que sometieron las tropas alemanas a la ciu dad entre junio de 1942 y fe brero de 1943. Los acecha dores acabaron asediados y apresados.
Una curiosidad: Volgogra do —la ciudad del Volga— cambia seis días al año su nombre y restablece el de Stalingrado para conmemorar la historia.
En esa ciudad nació la Zarina y ahí comenzó a hacer gimnasia. Pasó después al atletismo.
Su primer éxito le llegó con 16 años: campeona mun dial juvenil, en Moscú, y solo seis meses después de haber agarrado por primera vez una pértiga. El segundo le iba a llegar un año después: oro en los mundiales ju niors. “Vas a ser como Bub ka”, le dijo su entrenador. “¿Quién es esa chica? No la conozco”, preguntó Yelena refiriéndose al Zar de la pér tiga. Posteriormente se aprendió bien el nombre del que aún es el mejor espe cialista de la historia y po seedor del récord mundial con 6.14 metros al aire libre y un centímetro más en pista cubierta.
Y a partir de ahí Yelena lo ganó todo, absolutamente to do, y se convirtió en una de las pocas atletas de la historia que ha sido campeona mundial juvenil, junior, europea Sub 23 —no existe mundial en esta categoría— y absoluta. Y se transformó también en un ícono del atletismo y del de porte en general.
Batió su primer récord mundial en el 2003, a los 21 años de edad. Fue campeona olímpica en Atenas 2004 y Pe kín 2008, mundial en Helsinki 2005, oro europeo en 2006 coleccionó récords mundiales. Los llevó desde 4.82 en el 2003, hasta 5.06 en el 2009.
Malos momentos
Pero tras ganarlo todo, pa só sus momentos de crisis. Sergey Bubka, aquel al que no conocía ni de nombre en sus momentos tempranos de pertiguista, se hizo amigo de ella y la convenció de que cam biara de entrenador: de Yev geny Trofimov a Vitaly Pe trov, el hombre que había encumbrado al Zar.
Yelena cambió de resi dencia, y de Volgogrado se mudó a ciudades menos aus teras como Montecarlo y Formia. Quizá ralentizó sus entrenamientos, quizá se en diosó un poco, aunque ella suele ser tranquila y profesional
Batió alguna que otra plus marca, pero luego llegó la crisis. En los mundiales del 2009 falló tres veces y fue elimi nada, aunque se resarció con el récord mundial de 5.06 en la Weltklasse de Zúrich. Ese mis mo año recibió el Premio Príncipe de Asturias. Acudió a la ceremonia bellísima y resplandeciente. “¡Qué guapa!”, cuentan que dijo la reina des de el palco, mientras la recibía el príncipe de Asturias.
En el Mundial en pista cubierta de Doha 2010 acabó cuarta. Era su segunda de rrota consecutiva en la alta competición. Demasiado para una zarina. Entonces decidió tomarse un respiro, un tiempo sabático para reflexionar. Y decidió llamar por teléfono a su antiguo entrenador, Trofimov, e invitarlo a cenar. Y allí acordaron que ella iba a volver a sus orígenes. Las condiciones de Trofimov fueron claras. Nada de Montecarlo y Formia, disciplina austera y mucho trabajo. Y vuelta a su ciudad natal.
Costó un poco al principio —bronce en los Juegos Olímpicos de Londres, tras la es tadounidense Jennifer Suhr y la cubana Yarisley Silva—, pe ro al final Yelena Isinbayeva ha regresado a la cima: campeona mundial en Moscú 2013, en su país. Nunca ha festejado un triunfo como lo hizo allí: con saltos mortales en la pista, sonriendo. Quizá recordaba sus tiempos de gimnasta
Ha reiterado que se retira, que dice adiós, y un poco presionada por la Prensa ha dejado la puerta abierta para volver en el 2016, con ocasión de los Juegos Olímpicos. La capitana del ejército ruso —cargo que ostenta desde 2008— dio su última rueda de prensa en medio de la polémica: justificó la prohibi ción de la publicidad de la homosexualidad en Rusia, se gún órdenes de Vladimir Pu tin. “Los chicos con las chi cas”, vino a decir. Cosas de Zarina.