Cada una las apenas seis películas del director de Omaha, Nebraska, han marcado un antes y un después, al convertirse en un personaje con una huella importante y difícilmente desapercibido.
Su debut hollywoodiense tuvo lugar con la controvertida Citizien Ruth, una cinta desenfadada e irónica acerca de la drogadicción y el aborto, un ejemplo de la introspección de Payne al partir de una premisa humorística entremezclada con temáticas de grave impacto social en los Estados Unidos de finales de los años 90.
Su siguiente paso detrás de las cámaras fue Election, largometraje con un alto grado de madurez que estudia los conflictos internos de una profesora universitaria ante las elecciones escolares.
El éxito y la cumbre creativa llegaron con Entre copas (Sideways, 2004), cinta símbolo de lo indie, que se construye sobre la premisa de que el viaje no significa nada sin tener en cuenta el camino. Una introducción hacia los más profundos e intrínsecos pesares del ser humano, una absoluta y maravillosa inducción hacia lo inexplicable, lo magnífico de la magia del individuo.
Luego de siete años de sequía creativa, Payne volvió a la gran pantalla en el año 2011 con Los descendientes con un George Clooney espectacular que muestra la pesadumbre irónica de un hombre que, después de que su mujer cae en coma, descubre que esta lo engañaba con otro.
Su sexto largometraje, Nebraska, por el que ha vuelto a ser nominado a Mejor Director, es el primero en el que no participa como guionista, al entregarle este honor al desconocido Bob Nelson, que en su debut en la gran pantalla ha sido nominado a la estatuilla.