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CONCIENCIA DE AMÉRICA

Eduardo Galeano llegó a la última página de un libro que escribió con pasión, honestidad, convicción y amor por Latinoamérica: el libro de su propia vida, que comenzó en 1940.

Este escritor uruguayo de pensamiento universal falleció el 13 de abril por un cáncer pulmonar.

El poeta guatemalteco Humberto Ak’abal, quien cultivó amistad con Galeano, comparte las memorias de sus encuentros:

“En aquellos años de mis inicios de presunto poeta, fui invitado de la Residencia de Estudiantes, en Madrid. En ese entonces solo tenía publicados El animalero y Guardián de la caída de agua. Fui invitado a almorzar en Casa de América. Yo estaba solo en una mesita, cuando se apareció el director, y me dijo: Escucha, acá tenemos a Mario Benedetti y a Eduardo Galeano. ¿Te gustaría saludarlos? Y nos encaminamos a la sala donde estaba Eduardo Galeano, firmando sus libros. Había una cola esperando su turno. En esos años yo recién había leído Las venas abiertas de América Latina. Ese libro fue fundamental en mi vida y en mi formación. El director de la Casa de América se acercó a Eduardo, y algo le dijo al oído. Cuando el maestro levantó la vista y me miró, se levantó y vino hacia mí. Sin decirme mayor cosa, me abrazó y me dio un beso en la frente. Luego, sacó un papelito, y me dijo: Escribe tu dirección en este papel. Y volvió a la mesa para seguir firmando. Escribí mis datos en el papel, y se lo di. Él tomó ese papelito, y lo guardó en su eterno saco azul.

Yo volví a Guatemala. Algunas semanas más tarde llegó a mi casa el cartero y me trajo una cajita. Al abrirla, descubrí que Eduardo Galeano me había enviado algunos libros suyos, despachados desde Madrid. Le escribí una carta. En aquellos días todavía usábamos la correspondencia epistolar. Le escribí para agradecerle sus libros, me mandó una nota breve, donde me decía que le gustaría verme en el futuro.

Ese futuro llegó más temprano de lo que yo pudiera imaginar. Fui invitado a Viena para participar en la Escuela de Poesía. Allí conocí a otros escritores de otros países. Fue una experiencia hermosa, mis recuerdos de esos días son grandiosos. Para ese entonces, yo había entablado amistad con Erich Hackl, quien sigue siendo mi traductor al alemán. Conocí a Franz Fluz, un periodista con quien nos llevamos bien, seguimos siendo amigos. Y también conocí a Werner, otro periodista enamorado de América. Pues, Werner era muy amigo de Eduardo Galeano.

Werner me preguntó: ¿Te gustaría tener un encuentro con Eduardo? ¡Pues, claro que sí!, fue mi respuesta inmediata. Y programamos una cena. Cuando nos reencontramos con Eduardo Galeano, fue como si hubiésemos sido amigos desde siempre. Nos fundimos en un fuerte abrazo. Él estaba acompañado de su esposa. Y Eduardo me preguntaba un montón de cosas. Le intrigaba saber cómo me estaba yendo en la Escuela de Poesía, dado que yo no hablo alemán y él tampoco. Así que le conté de mis improvisaciones y la grata recepción que tenía en la Escuela. A él le causaba mucha gracia saber que a mis presentaciones solo asistían mujeres.

Eduardo abrió la puerta del otro lado y se ha ido. Nos enseñó a mirar nuestra América con los ojos del alma, con las lágrimas del corazón. Hasta siempre, Eduardo, hasta ese día”.

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