CON OTRA MIRADA

Mi casa, mi castillo

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Dentro de las modificaciones a la Ley Protectora de La Antigua Guatemala está que los puestos ocupados por la Usac sean sustituidos por los colegios profesionales. Hasta ahora el miembro nombrado por la Facultad de Arquitectura ha sido quien por decisión propia o cesión de espacio de los demás decide e impone criterios de arquitectura y conservación, a veces inapropiados que, junto a otros problemas, la tienen al borde del colapso. Su deterioro fue denunciado en 2010 por las asociaciones Salvemos Antigua y Diego de Porres ante Unesco, y en diciembre de 2015 el Ministerio de Cultura solicitó el envío de una misión técnica.

La noción de patrimonio cultural es relativamente nueva y la de su conservación, consecuencia de la Revolución de Octubre de 1944, cuando el gobierno de Juan José Arévalo emitió el acuerdo gubernativo 22-46, que creó el Instituto de Antropología e Historia.

Anterior a eso, en 1944 la Asamblea Nacional declaró La Antigua Guatemala Monumento Nacional y no fue sino hasta 1969 cuando se emitió la Ley Protectora y fue creado el Consejo Nacional para su protección.

La conservación de las ciudades abandonadas en el corazón de la selva o vestigios diseminados por todo el territorio de las culturas precedentes a la colonización española dependió del desconocimiento de su existencia o lejanía de asentamientos humanos. En casos como Kaminaljuyú, desarrollos habitacionales para la Ciudad de Guatemala la pusieron en peligro y en la Costa Sur las plantaciones de caña de azúcar acabaron con la selva e hicieron desaparecer montículos, sitios ceremoniales y toda clase de riqueza arqueológica.

Por tratarse de una ciudad abandonada para construir la Nueva Guatemala de la Asunción, La Antigua quedó como mudo testigo de los terremotos de 1773, que con el paso del tiempo adquirió un nuevo valor, el de ciudad en ruina conservada en el tiempo. En el siglo XIX fue repoblada, cuidó su carácter educativo, se convirtió en un centro de producción de café de alta calidad y luego en destino turístico; hoy es la carta de presentación del país ante el mundo.

Las casas mantuvieron la unidad de su arquitectura y consecuente hegemonía del paisaje urbano y arquitectónico del conjunto, hasta que su nuevo estado de ciudad conservada provocó la especulación del valor y uso del suelo que indujo a sus propietarios al éxodo a poblados vecinos. Quienes no vendieron, subdividieron la casa hereditaria hasta el absurdo de parcelas de tres y cuatro metros de frente por 40 de fondo.

Hoy, después de seis años que Cívica (conglomerado que aglutinó a la Gobernación Departamental, Municipalidad, Consejo Protector, asociaciones, comités y vecinos) presentó reformas a la Ley Protectora, surgen intereses en defensa de posturas que en nada contribuyen al futuro de esa histórica ciudad que la humanidad entera admira y se identifica.

Algunos vecinos, pese a que la ciudad ha estado sujeta a régimen de conservación durante los últimos 44 años, opinan que está bien conservarla, pero no aceptan que el ente protector interfiera en lo que cada quien quiera hacer en su casa, pues no la consideran parte del Patrimonio Mundial como lo entendió Unesco en 1979; “mi casa es mi castillo y aquí mando yo”.

jmmaganajuarez@gmail.com

ESCRITO POR:

José María Magaña

Arquitecto -USAC- / Conservador de Arquitectura -ICCROM-. Residente restauración Catedral Metropolitana y segundo Conservador de La Antigua Guatemala. Cofundador de la figura legal del Centro Histórico de Guatemala.