Uncategorized

“No hay peros que valgan”

A consecuencia de la poliomielitis tiene paralizada la mitad de su cuerpo, sin embargo, es corredor extremo, motivador y presidente de una asociación que ayuda a niños de escasos recursos.

JC Pérez, como es conocido este guatemalteco que enfermó de poliomielitis cuando tenía 9 meses, es hoy un corredor de eventos extremos que ha participado en ultramaratones de 250 kilómetros y ha ascendido tres volcanes, entre ellos el Tajumulco, en San Marcos, el más alto de Centroamérica.

Durante su niñez se sintió marginado porque para movilizarce se arrastraba “como un lagarto”, pues creció en un hogar de escasos recursos económicos. Fue hasta cuando cumplió ocho años que su mamá pudo alquilarle durante dos años una silla de ruedas.

En 1991, al cumplir 17 años, migró hacia Estados Unidos donde estudió y trabajó, lo cual le permitió tener comodidades, sin embargo, en el 2008 regresó a Guatemala y se propuso grandes metas, entre ellas convertirse en corredor de distancias extremas y fundar la Asociación Dios es Amor, a través de la cual ayuda a 28 niños de la comunidad de San Nicolás, Barberena, Santa Rosa, dándoles tutoría educativa.

Hoy es, además, imagen de GNC Guatemala e imparte charlas motivacionales en empresas privadas con el apoyo de Iniciativa T.

¿Cómo fue su infancia?

Cuando era niño las personas me miraban con lástima, como algo raro, debido a que me arrastraba como un lagarto. Mi hermana me llevaba cargado a la escuela, y a la hora del recreo prefería no salir; les decía a mis compañeros que aprovecharía ese tiempo para repasar las lecciones, lo cual no era cierto.

Sin embargo, como el deporte me gustaba, durante las tardes corría —arrastraba—, jugaba futbol, e incluso, béisbol, para lo cual usaba un bate que me fabricó mi abuelo.

En mi adolescencia también trabajé de lustrador y ayudante de zapatero. En esos años no había tantas fundaciones y organizaciones de apoyo como en la actualidad; ahora no hay excusa para que una persona con capacidades especiales no pueda salir adelante, hay oportunidades.

¿Cómo logró viajar y residir en Estados Unidos?

Me fui cuando tenía 17 años —1991— porque mi mamá había migrado en 1988 y trabajaba de cocinera en ese país. Viajé con visa, gracias a que me fui con una persona que tenía ciudadanía estadounidense y mi papá autorizó que me fuera. Al principio fui una persona muy resentida y amargada, porque me cuestionaba muchas cosas, por ejemplo, pensaba ¿cómo es posible que pasé hambre y hoy tengo una gran bandeja de comida?, entonces, la vida no es justa.

Después de unos años, ella me dijo: Como ya eres mayor de edad es tiempo que pagues renta. Esa fue una gran lección, porque yo me había acostumbrado a que ella me mantuviera y me diera comodidades. Gracias a esa visión, trabajé en una agencia de empleos, continué estudiando —Contabilidad— y viví durante siete años con mi novia.

¿Por qué regresó a Guatemala?

Allá llevaba una vida muy confortable, tenía una buena casa, automóvil y trabajo, pero sentía un gran vacío —dos meses antes se había separado de su novia— por lo que regresé a Guatemala el 17 de febrero del 2008, y hasta el día de hoy le doy gracias a Dios por esa decisión.

Trabajé durante cinco años en un call center hasta el 2013. Cuando me indemnizaron me propuse hacer lo que me gustaba, es decir, correr y ayudar al prójimo, pero sobre todo a no limitarme en lo que puedo hacer.

En la actualidad, soy colaborador de GNC Guatemala, imparto conferencias de motivación y fundé la Asociación Dios es Amor, de la cual soy el presidente.

¿Cuándo comenzó con las carreras extremas?

En el 2009 participé en la carrera Arcoíris, y sin haberme preparado físicamente para el evento, hice poco más de una hora para recorrer cinco kilómetros, la gente me aplaudió, lo cual me emocionó.

Luego, escribí la palabra maratón en una computadora y me apareció una página que se llama maraton.com, donde publican todos los eventos que tienen que ver con carreras y así principié a participar en las de sillas de ruedas.

¿Y en las carreras extremas?

Cuando gané la de 42 km decidí participar en las ultramaratones. La primera fue la de 50 km y me dieron Q1 mil 500 y dije ¡genial! Luego vino la de 80 km de Las Verapaces, más tarde una caminata que se llama Cien kilómetros de voluntad, para ayudar a las personas con cáncer terminal. Fue entonces cuando me dije: si estamos ayudando a personas con diferentes necesidades, entonces ¿por qué no ayudar a otros?

Después, participé en la carrera 162 km. de Esperanza, luego en una de 200 km, y en diciembre del 2014 recorrí 250 km en una ultramaratón que partió de la capital y finalizó en Monterrico.

También subí los volcanes Tajumulco, Ipala y Agua, y en noviembre el Tacaná, para tener la satisfacción de haber escalado las tres cumbres más altas de Centroamérica y el Caribe.

¿Cómo hace para subir a los volcanes?

Subo arrastrándome y mis compañeros cargan mi silla de ruedas, la cual colocan en la cima como símbolo. Cuando ascendí el Tajumulco, por ejemplo, que tiene una altitud de 4 mil 220 metros, recorrí una distancia como de 8 km, para lo cual empleé dos días, de los cuales 16 horas dediqué al sueño, descanso y alimentación, y 32 al ascenso, o sea, subí a una velocidad promedio de cuatro horas por kilómetro.

¿Cuál es su sistema de entrenamiento?

Tener sobre todo actitud y compromiso, pero sobre todo fe. Para escalar el Tacaná en noviembre, por ejemplo, debo bajar de 118 a 107 libras y he entrenado en el gimnasio 45 minutos durante seis meses, en los cuales he hecho bicicleta y pesas.

Al analizar lo que ha hecho, se deduce que “querer es poder”.

La vida me ha enseñado que no hay peros que valgan. En los talleres que imparto con el lema Cero excusas van enganchados tres factores: actitud, compromiso y trabajo en equipo. Dos personas con mala actitud no pueden trabajar juntas. Un equipo está formado por individuos que creen en cada uno y sienten comprometidos.

¿Por qué muchos teniendo todo no dejan huella en la vida?

Una persona resentida, con odio y sin fe no puede alcanzar nada, podrá lograrlo durante algún tiempo, pero luego se cansará. La sociedad no aprende a trabajar en equipo, a ser humilde, sincera y a facilitar las cosas. A muchas personas no les gusta laborar bajo las órdenes de otras, porque ellos quieren ser los protagonistas, los directores y los que dan las indicaciones.

Debemos actuar como un equipo, y para dejar un legado hay que aprender a dar sin esperar que los demás lo agradezcan, porque ese es el problema. Uno tiene que estar convencido de que lo que hace es lo correcto, y cuando se tiene esa mentalidad se camina y duerme en paz, lo que necesita el país son más personas correctas.

¿Cuál es su visión de la sociedad guatemalteca?

Guatemala es increíble, tiene todo, nuestro problema es que nos enfocamos demasiado en lo que no podemos hacer y en lo que no tenemos.

Muchos se enfocan en lo que no van a ser nunca, en lo que no van a poder ¿y los demás talentos?

Cuando vamos a un trabajo lo primero que decimos es cuánto me van a pagar, qué es lo que voy a hacer, o a mí no me pagan por hacer eso, esa no es mi área, es que la tecnología no va conmigo. Yo trabajo solo por lo que me pagan, porque los jefes están haciendo dinero. Una persona que solo hace por lo que le pagan jamás será un verdadero líder, siempre será un seguidor, alguien que sueña, pero de ahí no pasará, porque nunca tomó la decisión de romper sus propios límites.

ESCRITO POR:

Francisco Mauricio Martínez Foto Álvaro Interiano

Francisco Mauricio Martínez Foto Álvaro Interiano