El Oporto fue su primera estación en Europa, en el 2004, un año después pasó al Dínamo de Moscú. Volvió a Brasil en el 2006. En Río de Janeiro curó su enfermedad tras seis meses en el hospital. “Llegué a pensar que nunca más jugaría al futbol”, dice. Pero resucitó con la camiseta del Fluminense. Alcanzó su máximo nivel y Dunga le enfundó con la Canarinha por primera vez.
El central brasileño comenzó entonces su segunda vida en el futbol. Su compatriota Leonardo se lo llevó al Milán siendo entrenador, y el club soltó US$10 millones en el 2008. En la capital trasalpina alcanzó la categoría de crack y así lo vieron en el 2011 los propietarios catarís del PSG. Para convencer al Milán pagaron 62 millones de euros y una ficha de 9 millones de euros anuales.
Thiago Silva llegó al PSG en el 2012 para convertirse en una pieza fundamental. Un pilar de la salida de juego desde atrás, un futbolista de trazo valiente, con autoridad, un poderoso salto de cabeza y jerarquía en el campo. Así se mueve también con Brasil, liderando el juego desde atrás, con una visión anticipada del juego que le distingue como a los grandes centrales.