Vida

Adolescentes y padres en crisis por la pandemia del coronavirus

“El grupo que más está sufriendo” por el aislamiento “es el de jóvenes de 13 a 24 años”.

|

Bo Deal, un estudiante de primer año de secundaria en Metter, Georgia, mira su teléfono en su casa el 26 de marzo de 2021. Su familia restringió el uso de entretenimiento electrónico, excepto por su teléfono celular. (Stephen B. Morton/The New York Times)

Bo Deal, un estudiante de primer año de secundaria en Metter, Georgia, mira su teléfono en su casa el 26 de marzo de 2021. Su familia restringió el uso de entretenimiento electrónico, excepto por su teléfono celular. (Stephen B. Morton/The New York Times)

La pandemia hizo que la casa de Tiffany Lee se convirtiera en un campo de batalla.

Por temor a la enfermedad, Lee comenzó a tomar precauciones desde marzo de 2020. Le pidió a su hijo de 15 años, Bowen Deal, a quien le dicen Bo, que practicara el distanciamiento social y le insistió que usara cubrebocas. Pero, según Lee, eso no le cayó bien a Bo porque muchas personas de su comunidad rural no seguían esas reglas.

“Veía que todos sus compañeros organizaban fiestas en la piscina e iban a los bolos, entonces se enojaba conmigo porque yo no dejo que él lo haga”, comentó acerca de Bo, un estudiante de noveno grado en Metter, Georgia, en las afueras de Savannah. “Cree que soy una mamá muy mala porque me interpongo entre él y sus amigos”.

Por lo general, la adolescencia es cuando los hijos se apartan de los padres, pero los adolescentes de ahora han estado pasando más tiempo que nunca en casa. Los adolescentes, quienes ansían andar vagando en grupos, se han visto confinados en sus habitaciones y obligados a charlar con las imágenes pixeladas de sus pantallas.

“El grupo que más está sufriendo” por el aislamiento “es el de jóvenes de 13 a 24 años”, señaló Harold S. Koplewicz, presidente y director médico del Instituto de Salud Mental Infantil en la ciudad de Nueva York. “Se están perdiendo la oportunidad de apartarse de sus padres. Están teniendo problemas con sus metas académicas. Han desaparecido muchas de las cosas por las que han estado trabajando”.

Sin embargo, aunque es muy duro ser adolescente hoy en día, los padres también están desgastados.

  • En una encuesta a nivel nacional realizada a los padres de adolescentes y publicada en marzo por el Hospital Infantil S. S. Mott, se descubrió que los padres alternaban entre diferentes tácticas para intentar mantener a flote el bienestar mental de sus hijos.
  • Aproximadamente la mitad de los encuestados afirmaron que la salud mental de sus adolescentes había cambiado o empeorado durante la pandemia.
  • Como respuesta, la mitad de estos padres intentaron relajar las reglas de la familia con respecto a la COVID-19 o las redes sociales.
  • Una tercera parte habló con algún maestro o consejero escolar sobre su hijo; casi el 30 por ciento mencionó haber buscado ayuda psicológica formal.

“Nadie se había preparado para esto”, comentó Julie Lythcott-Haims, exdecana de los estudiantes de primer año en la Universidad de Stanford y autora de “How to Raise an Adult: Break Free of the Overparenting Trap and Prepare Your Kid For Adulthood” (Cómo educar para la vida adulta: libérate de la trampa de la sobreprotección y prepara a tu hijo para la adultez).

“La mayoría de nosotros no hemos tenido ninguna experiencia” con una pandemia, “así que hemos tenido que arreglárnoslas mientras, al mismo tiempo, desempeñamos el papel de padres en los que puedan apoyarse los chicos para recibir apoyo emocional”, comentó.

“No nos sorprende que estemos al límite de nuestras fuerzas”, señaló.

Mencionó que, aunque se agradece la existencia de vacunas eficaces, esto también añade más incertidumbre. ¿Regresará la normalidad? ¿Cuándo volverá? ¿Qué es lo normal ahora?

“Estamos en un estado de animación suspendida”, señaló. “Literalmente nos encontramos en el limbo. Eso genera verdaderas inquietudes existenciales: ¿voy a estar bien? ¿Mi familia va a estar bien?”

Confía en tus hijos

Tiffany Lee y su hijo, Bo Deal, un estudiante de primer año de secundaria en Metter, Georgia, que tuvo conflictos sobre las reglas de su casa durante la pandemia, en su casa el 26 de marzo de 2021. Las reglas de la casa de los Lee requieren que Bo planifique la cena un unos días a la semana. (Stephen B. Morton/The New York Times)

Para Lee, de 43 años, el conflicto con su hijo llegó a un punto crítico en enero. Acababa de pasar las fiestas navideñas esquivando ofensas de los clientes que no querían usar cubrebocas en su tienda de ropa. Mientras tanto, Bo le exigía que le permitiera regresar a la escuela de manera presencial.

“Estaba al borde de la locura y ya no podía batallar con él”, comentó. Le dijo que si se contagiaba de COVID-19 y traía la enfermedad a la casa y a la familia, era su responsabilidad. “Lo entiendes, ¿verdad?”

Es importante que los adolescentes tengan cierta autonomía, pero durante esta pandemia han tenido muy poca, señaló Jennifer Kolari, autora de “Connected Parenting: How to Raise a Great Kid<em>” </em> (Paternidad conectada: cómo criar a un niño extraordinario), terapeuta y consultora parental que organiza talleres sobre la paternidad en San Diego. Para algunos adolescentes, en esta pandemia, el único lugar donde sienten que tienen control es en su habitación desordenada, comentó.

Kolari recomienda que hagas una cita con tu adolescente, para más tarde ese día o para el transcurso de la semana, con el propósito de hablar sobre las cosas que hacen que se peleen.

“Puedes decirle ‘Esta noche vamos a tener una charla para que me compartas tu plan’”, comentó. “’Estoy segura de que tienes algún plan y ayudaría mucho que me incluyeras en él’”.

Afronta el racismo

Thea Monyeé, defalda roja, terapeuta, podcaster y madre de tres hijas adolescentes, Taya Wilson, 17, izquierda, y Talani Wilson, 16, derecha, Lexington Winkler, 13, derecha, afuera de su casa en Pasadena, California, el 27 de abril de 2021. Por más difícil que sea ser un adolescente hoy, también es agotador ser padre de uno. (Kendrick Brinson/The New York Times)

En medio de las tensiones raciales y los crímenes de odio, que incluyen la oleada de violencia contra los asiáticos esta primavera, muchos padres de color han intentado ayudar a sus hijos a gestionar el racismo y el malestar social.

Thea Monyeé, una terapeuta de Los Ángeles, vio cómo sus tres hijas adolescentes negras se enfrascaban en batallas en las redes sociales mientras ella y su marido tenían dificultad en determinar cómo apoyarlas de la mejor manera. La pareja no quería “intervenir en ese proceso”, afirmó. “Necesitaban estar enojadas un rato”. Por otro lado, si alguna de las chicas necesitaba un espacio para descargar la frustración o la ira, “teníamos que ofrecérselo, y debíamos tener esas conversaciones cuando estuvieran tristes, decepcionadas o lastimadas”.

Mientras tanto, Monyeé compaginaba su propio trabajo —que incluía abrir una empresa y producir un pódcast— con los problemas de sus hijas relacionados con la escolaridad a distancia, al mismo tiempo que las personas cercanas a ella batallaban con la COVID-19 y la pérdida de ingresos. Con frecuencia, ella y su esposo tenían que recordarse mutuamente de “guardar un espacio para nosotros”, comentó.

Ragin Johnson se encuentra más aterrada que nunca por su hijo de 17 años, un joven negro alto con autismo. “Es muy amigable”, afirmó Johnson, una maestra de 43 años que enseña en el quinto grado de una escuela en Columbia, Carolina del Sur, “y no quiero que nadie tenga una impresión equivocada y piense que es agresivo cuando solo es muy juguetón”.

Genera diferentes rutas de conexión

Si todas las conversaciones terminan en pelea (o si tu malhumorado adolescente ni siquiera inicia una conversación contigo), prueba una táctica diferente. Proponle ir a dar un paseo en el auto, pero bajo condiciones específicas. “Permítele que sea él o ella quien lleve la batuta”, recomendó Kolari. “Y tú mantente callada. No uses este momento para sermonear a tus hijos. Deja que ellos hablen”.

Si logras que se expresen, en ese momento o después, no intentes resolver sus problemas. “Escúchalos… y escúchalos con atención”, sugirió Koplewicz. “Valida lo que dicen y luego, cuando estén listos, diles ‘Bueno, ¿y qué sigue?’”.

Solicita ayuda

Si tu hijo se ve inusualmente triste o frágil a nivel emocional, no temas buscar ayuda. Antes de la pandemia, a Koplewicz no le agradaba la terapia a distancia, pero dice que los logros que ha visto con ella en el último año lo han convencido de su utilidad. Lee encontró un terapeuta en línea en BetterHelp.com, quien les ayudó a ella y a Bo a transitar por esta difícil etapa. “La terapia me ha ayudado todo este año pasado a no perder los estribos”, comentó.

Sin embargo, la terapia no es el único tipo de ayuda. Johnson se apoyó en un grupo muy unido de amigas. “Como sociedad, nos enseñan a preocuparnos y tratar de controlar las cosas”, señaló Patrick Possel, director del programa Cardinal Success, el cual ofrece servicios de salud mental gratuitos para las personas de Louisville, Kentucky, que no cuentan con seguro o cuyo seguro no cubre estos servicios. Muchos de los clientes de este programa están enfrentando diversas crisis, desde la inseguridad en el empleo o la vivienda hasta la violencia, pasando por sus propias dificultades de salud mental. Cuando un adolescente de la casa comienza a tener dificultades, quizás los padres digan que no cuentan con los recursos para enfrentar también ese problema. Pero Possel y sus colegas los exhortan a mirar a su alrededor. Les preguntan a sus clientes: “¿Hay alguna red, algún amigo o profesional que pueda ayudarte?”, mencionó.

Cuídate a ti también

Liz Lindholm supervisa en su casa de Federal Way, Washington, un suburbio de Seattle, la escolaridad a distancia de sus gemelas de 12 años y de su hijo de 18, al mismo tiempo que trabaja en la administración de servicios médicos.

Lo que ha sido más desafiante este año “es el equilibrio entre el trabajo y la vida, puesto que el trabajo no se acaba, la escuela en realidad no termina y todo como que se mezcla”, señaló.

Intentar algo nuevo —regresar a la escuela en enero— resultó ser la solución para Lee y su hijo.

Le sorprende de manera agradable que, cuando lo recoge de la escuela, Bo sea uno de los pocos alumnos que usa cubrebocas. Una vez, de camino a casa en el auto, le dijo que estaba alarmado de descubrir que sus amigos no entendían cómo funcionaban las vacunas. Desde entonces, Lee ha observado un cambio en su grupo de amistades y dice que la tensión en la casa ha disminuido muchísimo.

“Creo que ahora nuestra relación es más sólida, sobre todo desde que he tenido que confiar en él cuando se sale y toma sus propias decisiones”, comentó. “No soy la madre mala que Bo pensaba que era. Y ahora lo estoy respetando más”.