¿Cómo se ve a las personas con problemas de adicción?
Hay un estigma. Nuestra cultura tiene desconocimiento total del alcoholismo. Lo cierto es que se trata de una enfermedad crónica que afecta al consumidor y su familia; se dañan de la misma manera: a nivel legal, social, económico y psicológico.
¿Cuál es el origen de una adicción?
Es muy difícil establecer una razón. Sabemos que la adicción es la culminación de un proceso. Se trata de una enfermedad que empezó años antes de que la persona empezara a consumir. El factor principal es el mal manejo de las emociones, que puede llevar a una familia a ser disfuncional; no hay respeto ni comunicación. También influye que los padres abandonen a sus hijos por dedicarse mucho tiempo a trabajar. Se pasan la vida laborando porque se cree, lamentablemente, que el éxito está en ganar mucho dinero.
Hay carencia de valores y los jóvenes están expuestos a influencias de otros que los pueden llegar a afectar y por eso caen en posibles adicciones.
¿Hay señales que marquen una posible adicción?
Hay que definir a los bebedores: están los sociales, los abusadores y los que tienen una dependencia o adicción. Los primeros tienen la capacidad de tomar unas copas y detenerse. Pero cuando empiezan a pasarse de su dosis “establecida” se convierten en abusadores y necesitan beber más para sentir el efecto.
Es una dependencia o adicción cuando la persona continúa bebiendo a pesar de tener consecuencias como accidentes o problemas familiares, laborales, económicos o legales.
¿El primer paso es aceptar que hay una adicción?
La aceptación es lo último que llega. Es un proceso que llevará negación, ira, coraje y resentimiento. Finalmente se llega a la aceptación.
¿Qué se debe de hacer en ese proceso?
La recuperación viene de la mano con un compromiso a hacer cambios de actitud, comportamiento, amistades, lugares. En la recuperación hay que cambiar una sola cosa: todo. Saber, principalmente, que la enfermedad es mental y emocional y que el peor enemigo de un adicto es su cabeza.
¿Cómo se logran esos cambios?
Con estabilización física, emocional y psicológica, que conllevan a que la persona sea autosuficiente. Esto lo hacemos desde el área emocional y sentimental, en la que el paciente logre conectarse son sus sentimientos, con su verdadero yo y de esta forma escuchar su diálogo interno. Aquí es clave la inteligencia emocional, la capacidad que tenemos para manejar nuestras relaciones.
Así desarrollamos nuestra paz interior y aprendemos a distinguir los mensajes que vienen de la cabeza y los que vienen del corazón.
¿Qué elige esta inteligencia emocional?, ¿la cabeza o el corazón?
El corazón, porque este no se equivoca. La mente sí, porque del 95 a 99 por ciento del tiempo la cabeza se queda con lo aprendido, lo establecido, lo acostumbrado y le cuesta cambiar estos patrones. En una adicción el cerebro hace lo mismo: quiere mantenernos cautivos y presos.
¿Cómo cultivar esa inteligencia?
En vivir el aquí y el ahora. Saber que hay dos días de los que no me tengo que preocupar: de ayer y mañana porque la vida es hoy. Desde la mañana hay que plantearnos que hoy será nuestro mejor día de la vida y eso nos llevará a valorarnos, amarnos y respetarnos.