Pero eso empezó a cambiar a partir de 1566, cuando el médico y ocultista holandés Johann Weyer escribió un influyente libro en el que abogaba por poner fin a las cazas de brujas.
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Los “bárbaricos” experimentos contra enfermedades mentales de nuestra historia reciente (y cómo conseguimos dejarlos atrás)
Durante el Renacimiento, en el siglo XV y XVI, existía la creencia de que las personas con problemas de salud mental estaban poseídas por el demonio. Si eran mujeres, se creía que eran brujas y eran quemadas en la hoguera o ejecutadas.
Una de varias ilustraciones de pacientes psiquiátricos incluidas en la muestra de Instituto Real de Médicos de Edimburgo. (Foto Prensa Libre: Royal College of Physicians of Edinburgh)
Weyer fue el primero en describir a las mujeres acusadas de practicar brujería como “enfermas mentales”.
Esa obra -“Sobre las ilusiones de los demonios y sobre los hechizos y venenos”- es el puntapié inicial de la muestra “Moonstruck” (Loco de amor), una exposición organizada por el Instituto Real de Médicos de Edimburgo que recorre 500 años de historia de la salud mental.
A través de libros, manuscritos, ilustraciones y objetos, la exhibición muestra cómo nuestra percepción de la salud mental ha ido cambiando a través de la historia.
“Lo que se revela es que si bien las causas de enfermedades mentales no han cambiado, nuestra actitud hacia ellas es muy diferente”, señaló a BBC Mundo Daisy Cunynghame, curadora de la muestra.
“Idiota o lunático”
Cunynghame explica que durante el Renacimiento había “dos categorías de enfermedades mentales: el idiota y el lunático”.
Estos últimos, considerados una amenaza para ellos mismos y para otros, eran encerrados en asilos o prisiones, donde el foco estaba puesto no en curarlos sino en mantenerlos confinados.
Pero la mayoría de personas con problemas mentales no eran consideradas peligrosas y eran cuidadas por sus familias y comunidades.
Eso cambió con la llegada de la Revolución Industrial y la disolución de muchas sociedades agrarias, a partir de 1700.
Fue entonces cuando empezaron a multiplicarse los manicomios, donde se encerraba a cualquier persona que era considerada una carga para otros.
En estos lugares, los médicos empezaron a realizar brutales “tratamientos” que incluían la trepanación -o perforación del cráneo-, hacer que los pacientes vomitaran y las golpizas.
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El siguiente gran cambio ocurrió en el siglo XIX cuando nació la psiquiatría, la rama de la medicina dedicada a tratar las enfermedades mentales.
Originalmente se los llamó “alienistas“, ya que se dedicaban a tratar a personas que sufrían de “alienación mental”.
Experimentos
Los primeros psiquiatras probaron todo tipo de experimentos para “ayudar” a sus pacientes, muchos de ellos cuestionables, como por ejemplo “la ducha”, que consistía en sorprender a los pacientes con un baldazo de agua helada.
Algunos incluso revirtieron a técnicas del pasado, como abandonar a pacientes en el medio de un río, forzándolos a nadar hasta la costa.
La idea de entonces era que estos shocks podían liberar a la mente y sacar a las personas de su estado de locura.
Esto se basaba en las teorías de René Descartes, quien creía que el cuerpo y la mente eran dos entidades separadas y que la mente de un “lunático” estaba atrapada en un cuerpo enfermo, del que tenía que liberarse.
Bajo la misma premisa, también se diseñaron en esta época algunos inventos insólitos.
Uno de los más llamativos es la silla rotativa creada por el pionero de la psiquiatría belga Joseph Guislain, cuya imagen forma parte de la muestra.
Su máquina permitía rotar al paciente de varias formas, con la intención de afectar su circulación sanguínea y calmarlo, una teoría que en realidad no nació de él sino de Erasmus Darwin, el abuelo de Charles Darwin.
“Los experimentos que se realizaron en esta época no eran muy compasivos y tampoco eran efectivos”, señala Cunynghame.
Sin embargo, hubo una forma de terapia que empezó a desarrollarse en el 1800 y que tuvo más éxito, a punto tal de que se sigue utilizando hoy (aunque de forma mucho más sofisticada): la electroterapia.
La exposición escocesa incluye una de las primeras máquinas creadas para tratar a enfermos mentales con shocks eléctricos de poco voltaje.
También hay otra máquina, de mediados del siglo XX, que muestra cómo esta terapia fue evolucionando: este aparato más moderno usa electrodos para transmitir la electricidad directamente al cerebro.
Esto revela otro de los grandes cambios que trajo aparejado el siglo XX en nuestro entendimiento de la salud mental: la ciencia por fin comprendió que los problemas estaban en el cerebro y no en el resto del cuerpo.
No obstante, esta revelación también dio pie a algunas prácticas que hoy consideramos barbáricas, en particular la lobotomía, desarrollada por el neurólogo portugués Egas Moniz en 1935.
Este método se tornó tan popular para tratar enfermedades mentales que Moniz incluso recibió el Premio Nobel de Medicina en 1949 por su invención.
La cura hablada
Sin embargo, también surgió otro grupo de expertos en salud mental que se opusieron a las lobotomías: los psicólogos.
Liderados por pioneros como el austríaco Sigmund Freud, los médicos empezaron por primera vez a escuchar a sus pacientes y desarrollaron nuevas formas de tratamiento mucho más benévolas.
Cunynghame cuenta que el uso de la psicoterapia se extendió después de la Primera Guerra Mundial para tratar a los muchos hombres que sufrían de lo que hoy llamamos estrés postraumático.
La segunda mitad del siglo XX también se caracterizó por el desarrollo de distintas píldoras antidepresivas, que permitieron que muchas personas con problemas de salud mental pudieran empezar a recibir tratamiento en sus propias casas.
Esto, sumado a la necesidad de muchos Estados de recortar costos, hizo que hacia finales del siglo se comenzara con el cierre masivo de psiquiátricos.
Una tendencia que continúa aún hoy, y que se conoce como “desmanicomialización”.
Uno de cada cuatro
En la actualidad se estima que unas 450 millones de personas padecen algún desorden mental en algún momento de su vida -uno de cada cuatro habitantes del globo-, según los datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS)-.
Y si bien continúan los estigmas en torno a muchas enfermedades mentales, nuestra actitud en los últimos siglos ha cambiado diametralmente, como muestra esta exhibición.
Quizás el mejor símbolo de ello es otro de los objetos expuestos en “Moonstruck“: la primera ilustración de una camisa de fuerza, dibujada en 1794 por el italiano Vincenzo Chiarugi.
Aunque hoy nos suene increíble, las camisas de fuerza fueron en realidad concebidas como una forma más compasiva de tratar a los pacientes psiquiátricos, ya que antes de su introducción muchas personas eran encadenadas a paredes o camas.
Sin embargo, esa visión ha cambiado tanto que en la actualidad este objeto es considerado un recuerdo de la forma inhumana en la que se trató a quienes padecieron desórdenes mentales en el pasado.
La muestra “Moonstruck” puede visitarse de forma gratuita en la sede del Instituto Real de Médicos de Edimburgo, en Escocia, hasta finales de 2019.