Palabras más, palabras menos, son frases que todos alguna vez hemos dicho cuando un amigo o un ser querido nos comunica que le han diagnosticado un cáncer.
BBC NEWS MUNDO
“No te preocupes, todo saldrá bien” y otras cosas que no debes decirle a una persona con cáncer
"No te preocupes, todo va a salir bien". "Yo tengo un conocido que tuvo un cáncer muy parecido, y al final vivió como hasta los 80 años".
"Cuando termines la quimioterapia ya vas a empezar a estar mejor". Una frase que busca dar esperanzas, pero que no es necesariamente realista y por ende no ayuda. (THINKSTOCK)
Son frases esperanzadoras que nos salen espontáneamente, casi sin pensar, con las que intentamos aliviar el sufrimiento de nuestro interlocutor.
Sin embargo, pese a que están motivadas por las mejores de las intenciones, engloban precisamente aquello que una persona con cáncer no quiere -ni necesita- escuchar.
Esto es lo que plantea en su libro Loving, Supporting, and Caring for the Cancer Patient (“Querer, apoyar y cuidar a un paciente con cáncer”) Stan Goldberg, profesor emérito de Desórdenes de la Comunicación de la Universidad Estatal de San Francisco, en Estados Unidos, quien además padece una forma agresiva de cáncer de próstata.
“El enfermo no quiere que tu seas un animador. No quiere que le digas que todo va a estar mejor cuando en realidad no tienes ni la menor idea de cuál es el alcance de tu diagnóstico de cáncer”, le comenta Goldberg a BBC Mundo.
“Tampoco ayuda que te hablen del cáncer de otra gente porque eso no te dice nada, ya que no sabes exactamente qué tipo de cáncer tienen”, añade. Cada caso, es un universo distinto.
Enfócate en sus necesidades
“Otra frase muy común que escuché muchísimas veces, es 'si yo estuviese en su lugar…', pero eso tampoco funciona, ya que uno no puede saber qué es lo que el otro está viviendo”, explica el experto.
“Las personas con cáncer viven en un mundo diferente al de una persona sana. Perciben las cosas de otra manera, a través del prima de su enfermedad”, aclara.
Por esta razón, no puedes implicar que entiendes lo que les está pasando.
“En vez de juzgar, tienes que aceptar”, puntualiza Goldberg.
El error, por otro lado, dice Goldberg, está en centrarse en las palabras (o en la elección de las palabras) más que en las acciones, ya que aunque metamos la pata, el enfermo es más comprensivo de lo que creemos y entiende que el otro está buscando ser compasivo.
“Tienes que pensar en lo que la persona enferma necesita y esa debe ser la clave de la interacción”.
Por ejemplo, cuando se trata de ofrecer ayuda, lo importante es ser específicos.
“Si alguien te dice que va a tener una sesión de quimitoerapia el jueves, la gente dice comúnmente: 'Dime qué necesitas y yo me ocupo de eso'”, comenta Goldberg.
“Esa no es la mejor aproximación. Parece poco sincera. Yo sugiero lo siguiente: si te dicen que tienen quimioterapia el jueves, tú puedes decirle: 'sé que ese día vas a hacer las compras, y estarás cansado. Yo iré a verte y haremos las compras juntos, así tu puedes descansar”.
Ofrecer ayuda concreta y específica “es mucho más significativo que cualquier cosa que puedas decir”, recalca.
Y cuando te describen un procedimiento médico, presta atención, escucha.
“No le respondas con lo que leíste en internet sobre el mismo” o sobre otros tratamientos, ya que seguramente él ya habrá investigado en profundidad sobre el tema.
Lo importante en este caso y en la interacción en general es “dejar que el enfermo de cáncer sea quien lleve las riendas de la dirección que toma la conversación”.
En carne propia
Aunque muchas de las recomendaciones de Goldberg se desprenden sencillamente de aplicar el sentido común, fue su misma torpeza la que lo motivó a investigar el tema.
“Todo comenzó hace unos 20 años cuando una amiga me llamó y me dijo que tenía un cáncer de mama (estado 4). No supe qué decirle y reaccioné como todo el mundo: 'Lo siento mucho', le expresé”.
“Luego me di cuenta de que era lo más soso que le podría haber hecho: si bien expresaba mi solidaridad, no ayudaba en nada”, recuerda Goldberg.
Esto lo dejó pensando hasta que unos años más tarde él mismo fue diagnosticado con cáncer y cuando se lo contaba a sus amigos obtenía siempre una respuesta casi idéntica a la que él le había dando años antes a su amiga.
Sus propias vivencias como paciente de cáncer y su extenso trabajo como voluntario en hospicios le permitieron aprender cómo vincularse de una manera positiva con los enfermos.
“La clave está juzgar menos, aceptar más, hablar menos y escuchar”, dice.
“Si haces eso, tendrás menos problemas para darte cuenta de qué puede resultar ofensivo y qué no”.