El Centro para la Historia Postnatural es un pequeño museo con una ecléctica y extraña mezcla de especímenes: puedes encontrar un embrión de ratón sin costillas; un gusano macho estéril; una muestra de E. coli x1776 (diseñada para ser inofensiva e incapaz de sobrevivir en un laboratorio); y una cabra BioSteel transgénica disecada llamada Freckles, modificada genéticamente para producir proteínas de seda de araña en su leche.
BBC NEWS MUNDO
Qué es la era postnatural y por qué puede ser extrañamente bella e inquietante
En el 4913 de la Avenida Penn, Pittsburgh, funciona una institución inusual.
El tema del museo, el postnaturalismo, es el estudio de los orígenes, los hábitats y la evolución de los organismos que han sido alterados de forma intencional y hereditaria con la ingeniería genética, y la influencia de la cultura humana y la biotecnología en la evolución.
Su lema “Eso fue entonces. Esto es ahora“, complementa su logotipo, un árbol evolutivo con una flecha que une dos ramas distintas. Los visitantes son invitados a considerar que cada espécimen tiene una historia natural, evolutiva, así como una historia postnatural, que es cultural.
Desde que los seres humanos existimos, hemos estado influyendo en la flora y la fauna de nuestro planeta. Entonces, si la humanidad continúa desarrollándose en el futuro, ¿cómo cambiará la naturaleza? ¿Y cómo podría esta manipulación genética afectar nuestra propia biología y trayectoria evolutiva?
La respuesta corta: será extraño, potencialmente hermoso y distinto a todo lo que conocemos hasta ahora.
Tal vez de manera romántica, todavía vemos todo lo que no ha sido criado selectivamente, industrializado o modificado genéticamente de una manera deliberada, como algo natural y “prístino”.
Sin embargo, queda muy poco de la naturaleza que no lleve de alguna manera las huellas dactilares de la humanidad.
Un cambio radical
Desde que nuestros antepasados se dispersaron fuera de África hace unos 50-70.000 años, comiendo toda la megafauna en el camino y, por lo tanto, cambiando radicalmente el paisaje, nuestra especie ha ido configurando y transformando la naturaleza.
Hace aproximadamente 10.000 años, comenzamos a reproducir de forma selectiva los organismos que considerábamos más deseables, alterando de este modo la composición genética de las especies.
Hoy, la tecnología solo ha acelerado esta práctica. El esperma de un toro de primera calidad, se puede recolectar para impregnar a miles de vacas de ese macho, una proeza imposible incluso para el bovino Casanova más decidido.
Desde el ganado hasta los perros, hemos propagado estos organismos en todo el mundo, creando una enorme biomasa que no existiría sin nosotros, e introdujimos razas cosmopolitas que prueban los límites de la fisiología para el beneficio estético o agrícola.
Durante milenios, nuestra influencia en muchos grupos taxonómicos ha sido profunda. Nuestra demanda de alimentos ha hecho que el 70% de todas las aves actualmente vivas, sean pollos y otras aves domésticas, suficiente como para crear sus propios estratos geológicos.
Mientras tanto, la caza humana, la competencia y la destrucción del hábitat han matado a tanta fauna grande que el tamaño promedio de los mamíferos se ha reducido, según la paleo-bióloga Felisa Smith de la Universidad de Nuevo México. Ya ha habido pérdidas irreversibles de biodiversidad y especies.
Sin embargo, nuestro impacto en la naturaleza hasta ahora puede ser solo el comienzo. Las nuevas herramientas genéticas prometen un cambio radical en nuestra capacidad para manipular organismos.
Organismos totalmente sintéticos
Nos estamos moviendo hacia un futuro donde ya no será necesario seleccionar rasgos positivos en cultivos o animales que surgen de la variación natural, un proceso que aún sigue siendo laborioso y lento.
Con técnicas de edición genómica cada vez más precisas, como Crispr-Cas9,podemos trasladar conjuntos de genes entre especies, conducir ciertos genes preferentemente a través de poblaciones naturales e incluso crear organismos totalmente sintéticos.
Como tal, la bioingeniería representa una nueva forma de transferencia de información genética, creación y herencia.
La modificación de organismos también se extiende al exterminio irreversible de ciertas especies. Aunque los humanos han estado librando una guerra contra los mosquitos anófeles durante cientos de años (a través de medios químicos, mecánicos y otros), siguen siendo uno de los mayores enemigos naturales de la humanidad.
La biotecnología ha permitido la creación y liberación de hordas de machos estériles, diseñados para reducir las poblaciones cuando se aparean con hembras salvajes, y ahora, los mosquitos que contienen “conjuntos de genes”, que aceleran el paso de una mutación de esterilidad a la siguiente generación, también han sido desarrollados.
Manipulación de ecosistemas
Como el cambio climático realmente se está afianzando, los científicos y los responsables de la formulación de políticas han comenzado a priorizar los “servicios ecosistémicos” esenciales para los seres humanos, como la polinización y la reposición de las reservas de peces, y están considerando cómo se podrían liberar en la naturaleza organismos de ingeniería biológica o agentes mecánicos.
Walmart ha patentado drones polinizadores mecánicos, aparentemente buscando que sus operaciones sean resistentes a los desafíos del futuro.
Y la Agencia de Proyectos de Investigación Avanzada de la Defensa de los Estados Unidos (Darpa) también ha otorgado recientemente becas para desarrollar insectos de ingeniería genética que transmiten virus para la edición genética de plantas, aparentemente para alterar cultivos en el campo.
Aunque estas tecnologías posiblemente podrían extenderse a ecosistemas.
Si enfocamos nuestra lente hacia el futuro lejano, ¿cómo cambiarán estas tecnologías nuestra relación con el resto de la vida en la Tierra? Varios caminos posibles se abren frente a nosotros, desde lo holístico hasta lo verdaderamente extraño.
En primer lugar, es posible que decidamos reducir nuestra manipulación de la naturaleza y lo salvaje. Después de todo, existe una gran preocupación por lo que podría salir mal: por ejemplo, el daño genético que puede ocurrir si las “tijeras” moleculares utilizadas para cortar e insertar trozos de ADN producen efectos involuntarios, o si los ecosistemas receptores se vuelven inestables en formas no predecibles.
Volver a lo salvaje
En esta potencial trayectoria futura, los humanos podrían decidir colectivamente que quieren devolverle el carácter salvaje a la naturaleza y hacer espacio para que exista lo no humano en un planeta que funcione bien, reconociendo que la biosfera (aunque ya está muy influenciada por los humanos), todavía representa una forma de complejidad adaptativa relativamente completa y que ha sido probada durante 1.000 millones de años.
Esta sería probablemente la forma más efectiva de proteger los ecosistemas y asegurar la supervivencia humana en el planeta Tierra a largo plazo.
Podríamos devolver lo salvaje a una gran parte del planeta y concentrar la producción de alimentos en lugares urbanos de varios pisos. Sería una acción, podría argumentarse, que respeta todas las formas (ciervos, lobos, flores de campanillas, jirafas, incluso humanos) que la vida toma en el presente, sabiendo que las cosas evolucionarán de forma lenta y eventualmente cambiarán sin una interferencia explícita.
Sin embargo, por mucho que lo desee, no estoy segura de que esa trayectoria futura sea muy probable.
Lo que probablemente veremos es una carrera armamentista nacional y de mercado para desarrollar e implementar tecnologías que continuarán alterando la naturaleza, entre otras cosas, no solo para proteger o patentar serviciosecosistémicos esenciales en el Antropoceno, o en nombre de la defensa, sino también porque los poderes y la curiosidad humana para manipular las materias primas de la vida, son seductores y cada vez más grandes
Al mismo tiempo, nos estamos separando cada vez más de otros organismos y ecosistemas. En tal estado de separación, es más fácil concebir la alteración radical del tejido de la naturaleza para apoyar completamente los intereses humanos.
Las empresas dueñas del material genético
En la película Blade Runner, los guionistas retrataron un mundo con humanoides y animales fabricados, que son propiedad de las corporaciones que los crearon. Este futuro distópico puede tener algo de verdad, dado que incluso en la actualidad los organismos manipulados, como la cabra BioSteel que se exhibe en el Centro para la Historia Postnatural, poseen derechos de propiedad intelectual.
Es concebible que los servicios completos de un ecosistema -como la polinización, por ejemplo- sean propiedad de ciertas corporaciones.
Es probable que estos agentes de bioingeniería estén más “en forma” que sus predecesores y se conviertan en competidores, ya que serán diseñados deliberadamente para satisfacer las aspiraciones humanas (y, por lo tanto, estarán preferentemente bajo nuestra protección) o para sobrevivir en un mundo alterado antrópicamente.
Como tales, es probable que los organismos modificados reemplacen a la naturaleza tal como está, o que las corporaciones busquen, de manera abierta o encubierta, eliminar por completo entidades biológicas poco confiables y en favor de agentes sintetizados. Es un futuro que probablemente sería frágil y lleno de complicaciones, además de carecer de biofilia (una tendencia innata a buscar conexiones con la naturaleza y otras formas de vida).
De cara al futuro lejano, una trayectoria de ingeniería genética para la naturaleza, podría incluso cambiar nuestro sentido de lo que significa ser humano.
En las últimas décadas, muchos han especulado sobre cómo podríamos fusionarnos con la tecnología de silicio. Esta visión tecnofílica transhumanista propone que eventualmente podríamos integrarnos con la inteligencia artificial para mejorar las capacidades sensoriales o intelectuales humanas, o ingresarnos a un reino digital después de la muerte para lograr una especie de inmortalidad.
Pero, ¿y si nuestro camino fuera, en cambio, fusionarse con la naturaleza? Así lo considera la literatura eco-feminista de finales del siglo XX, como los escritos de Donna Haraway, quien abogó por un transhumanismo “verde”, donde el humano se integra con el animal y el vegetal de tal manera que se transforma a sí mismo.
Quizás la verdadera utilidad de la inteligencia artificial es ayudarnos a reutilizar genes y organismos en un proceso de hibridación mutuamente beneficioso con los humanos, como dice Haraway, una “simpoiesis”.
Este futuro posnatural va mucho más allá de la zona de confort de muchas personas. Fue explorado en la novela Annihilation (parte del género Brave New Weird) de Jeff VanderMeer, que se convirtió en una película de Netflix protagonizada por Natalie Portman.
En la historia, se abre una misteriosa zona reluciente en un área rural de EE.UU., que refracta y empalma el ADN entre los organismos que están en su interior, incluido el de los soldados y los científicos enviados a investigar.
Aunque ciertos elementos de la novela y la película se relacionan con los conceptos de rendición y aceptación de esta fusión fundamental y co-creación con otras formas de vida, la alteración y multiplicación del material genético a menudo se presenta como un horror corporal, y la motivación de los voluntarios que ingresan a la zona, se explica como autodestructiva.
El cambio radical de los genomas se mezcla con la idea de que la identidad humana se pierde por completo, aun cuando los resultados de las transformaciones de las plantas y los animales dentro de la zona, son a veces innegablemente encantadores.
Simbiosis humana con otros seres
En un futuro lejano, los adultos que lo consientan podrían recibir una simbiosis con otros seres, como organismos de fotosíntesis que podrían almacenarse en nuestra piel de una manera similar al musgo, en lugar de unir la información de dichos organismos con nuestro propio genoma.
O podríamos llegar hasta el fondo, e incorporar la información genética de ciertos animales en peligro de extinción en nuestro linaje a perpetuidad, para convertirse en su defensor y portador de información en el futuro, como un acto íntimo y protector.
Toda esta potencial manipulación genética puede resultar incómoda y extraña para muchas personas en la actualidad.
Sin embargo, los filósofos han propuesto dos formas de pensar acerca de la transferencia de información que abarcarían estas futuras trayectorias, que creo cobrarán cada vez más importancia en la era postnatural.
El filósofo Timothy Morton de la Universidad Rice argumenta que debemos enfrentar no solo la belleza, sino también la oscuridad y lo raro de la naturaleza, un enfoque que describe como “ecología oscura”.
Morton está en contra de separarnos de la naturaleza al beatificarla y, por lo tanto, haciéndonos una influencia extraña, separada y cada vez más corrupta.
Bajo este punto de vista, los ecosistemas están en constante cambio, y el cambio climático se considera una forma de “rareza global” que muta y altera la naturaleza.
La “ecología oscura” es una forma de explorar y aceptar tanto la belleza como el horror de la manipulación del mundo natural por parte de los humanos, tal como VanderMeer ha descrito en Aniquilación.
De manera similar, la “filosofía de proceso” considera que no hay límites reales entre los seres humanos y el medio ambiente, que no existe un individuo, y que todas las cosas, incluidos los flujos de genes hacia el futuro y sus rutas, se encuentran en un estado constante de flujo.
Una gran transición evolutiva
Por ejemplo, las células de nuestros propios cuerpos son el resultado de la simbiosis de dos linajes microbianos separados en el pasado, una gran transición evolutiva descubierta por la bióloga evolutiva Lynn Margulis.
Además, nuestro genoma está plagado de vestigios genéticos y extracelulares de virus y otros parásitos, y en la edad adulta tenemos más células en nuestros cuerpos que pertenecen a otras especies (principalmente bacterianas) que a la nuestra.
La filosofía del proceso señala que estamos inevitablemente unidos con todo y en constante intercambio de material e información.
En un futuro lejano, donde las biotecnologías hayan madurado y se hayan eliminado las restricciones a la transferencia genética, podríamos ver un cambio radical en los procesos evolutivos desde un punto de vista de la filosofía del proceso o la ecología oscura. En pocas palabras, una nueva forma de transferencia de información genética habrá evolucionado, al igual que en las principales transiciones evolutivas del pasado.
El regreso a lo salvaje, aunque actualmente parece poco probable, sigue siendo el camino más seguro y moral para el futuro. Pero suponiendo que la biotecnología se extiende, no está claro cómo exactamente vamos a existir en la era postnatural.
Mucho dependerá de cómo naveguemos la amenaza en desarrollo del cambio climático, pero si la trayectoria a largo plazo de la humanidad de manipulación de la naturaleza continúa, es probable que el futuro sea una tierra extraña.
Los embriones de ratón manipulados genéticamente, la cabra BioSteel y los peces fluorescentes en el Centro de Historia PostNatural pueden ser apenas el comienzo.
Al final, como ha señalado Gail Davies, investigadora interdisciplinaria de la Universidad de Exeter, este museo de criaturas extrañas “no ofrece una celebración del aprovechamiento tecnológico de la inmanencia de la vida, ni es un simple rechazo. En cambio, es una cuidadosa exploración de cómo las vidas podrían compartirse”.
Lauren Holtes investigadora del Centre for the Study of Existential Risk de la Universidad de Cambridge.