“¿Saben qué es esto?”, preguntó Giertz, de 28 años, en un post que recibió casi 36.000 ‘likes’.
BBC NEWS MUNDO
Simone Giertz: “Por qué mandé mi tumor cerebral a la Antártica”
El 4 de febrero la 'youtuber' Simone Giertz publicó una foto en Instagram que sorprendió y deleitó a sus seguidores en igual medida.
Giertz quiso mandar a la Antártida una placa con parte del tumor cerebral que le extrajeron. (Foto Prensa Libre: Ariel Waldman)
“¿Ven ese iceberg en la parte de atrás? Es la Antártica. ¿Y ven esa cosa rosa de la izquierda? Es mi tumor cerebral”, añadió.
Como su millón y medio de seguidores en YouTube ya sabían, el año pasado a Giertz le diagnosticaron un tumor cerebral no canceroso, y se sometió a una operación para que le extirparan la mayor parte del mismo.
Lo que la mayoría de la gente no sabía, sin embargo, es que se lo había llevado a casa.
“Quería mandar mi tumor cerebral a la ubicación más remota del mundo“, explicó Giertz a BBC News.
“La reina de los robots inútiles”
Giertz, que vive en San Francisco pero es originaria de Suecia, es una inventora que se hizo conocida en YouTube por crear unas curiosas máquinas que en teoría sirven para ayudar en tareas cotidianas como aplicarte un lápiz labial o tomar el desayuno.
La realidad, sin embargo, es que con estos dispositivos generalmente cualquier actividad termina siendo un desastre espectacular. En consecuencia, se apodó a sí misma como “la reina de los robots inútiles, la jefa de las taras y la madre de los inventos terribles”.
En 2015 publicó el primer video en YouTube de uno de sus “robots inútiles”, y su canal acumula ya más de 1,5 millones de suscriptores.
Un cambio inesperado
En abril de 2018 publicó un video muy distinto a los que preparaba habitualmente.
En un ‘vlog’ salpicado de chistes estoicos, Giertz compartió con sus admiradores que le habían diagnosticado un meningioma benigno “del tamaño de una pelota de golf” que debían extraerle con cirugía cerebral.
“Siento bromear sobre esta cuestión, pero es la única forma en que puedo lidiar con esto”, explicó.
Siguió sobrellevándolo con humor, y poco después del diagnóstico bautizó a su tumor como Brian.
“Era lo más ingenioso que podía hacer cuando estaba triste”, asegura. Le puso Brian porque es una anagrama del nombre que recibe la palabra ‘cerebro’ en inglés: ‘brain’.
¿Es útil recurrir al humor ante una experiencia tan difícil como esta?
“Tiene cosas buenas y malas”, reflexiona Giertz. “A veces siento que no me permito a mí misma tomarme en serio la situación, porque siempre necesito ser la primera que bromee sobre ello, pero también es agradable encontrar momentos divertidos”.
“Parecía que estaba corriendo un maratón al que no me había apuntado”
Después de la operación, Simone deseaba volver a la normalidad.
Sin embargo, en enero de este año le comunicaron que la parte del tumor que no le extirparon porque era demasiado peligroso hacerlo estaba creciendo de nuevo, por lo que actualmente está recibiendo radioterapia.
“Me puse más triste de lo que esperaba”, recuerda Giertz. “Sobre todo porque tenía muchas ganas de volver a trabajar y tenía grandes planes para el 2019, después de que Brian me devorara en 2018”.
“Estaba muy triste porque todo volvía a empezar cuando pensaba que ya se había acabado. Tenía la sensación de estar en un maratón para el que no me había entrenado y al que no me había apuntado, y sigo corriendo y sufriendo para acabarlo”, explica la inventora.
“Me repito a mí misma que, aunque todo esto pueda parecer malo, no significa necesariamente que lo sea”, añade.
Hasta los confines de la Tierra
Giertz tenía previsto viajar a la Antártica para filmar un documental en 2018, pero sus problemas de salud se lo impidieron.
Por suerte, su amiga Ariel Waldman iba a viajar hasta ahí para estudiar a unas pequeñas criaturas llamadas tardígrados, y le preguntó si quería que se llevase algo suyo.
Y Giertz sabía exactamente lo que quería.
“Pensé que era emotivo y una idea conmovedora“, recuerda su amiga. “En una caminata de cuatro horas en solitario por el Glaciar Canadá, encontré la inspiración en el azul del glaciar en contraste con el rosa del tumor cerebral”.
Para Giertz había cierta justicia poética en el viaje: “Pensé que, ya que yo no podía ir, era justo que sí fuese hasta ahí lo que me impidió viajar”, explica. “En toda esta terrible experiencia, me ayudó mucho encontrar estas pequeñas alegrías”.
“Ahora no tengo por qué ser la chica del tumor cerebral”, concluye Giertz. “Puedo ser la chica que mandó su tumor cerebral a la Antártica“.