¿Cuándo nació su pasión por la cocina?
Mi mamá dice que cuando era pequeña siempre la ayudaba en la cocina a picar y preparar la comida. Tenía una gabachita que usaba todo el tiempo. Uno de los platillos que recuerdo muy bien era el pepián. Al salir del diversificado les dije a mis papás que quería estudiar cocina y ellos me apoyaron en todo sentido.
Tuvo la oportunidad de estar cerca de esos “guardianes” de la cocina guatemalteca, ¿cómo describe esa riqueza culinaria del país?
Es una gran riqueza que si nos ponemos a detallarla, jamás terminaríamos. Por ejemplo, hay lugares que muchos no conocen y por eso ignoran sus secretos de cocina, tanto de ingredientes, como los que encuentras en el mercado de Almolonga, así como los conocimientos que los habitantes tienen de recetas históricas, como por ejemplo, las personas de San Pedro La Laguna y San Marcos La Laguna, en Sololá.
En su travesía, ¿cuál fue el platillo que más le gustó y por qué?
¡El pulique de San Pedro La Laguna es delicioso! No solo por el sabor tan concentrado, sino por la dedicación que las personas de este lugar le ponen para su preparación. Es todo un arte.
Ahora que conoció más de cerca los ingredientes de la cocina del país, ¿cómo los va a involucrar en sus recetas?
Creo que me identifiqué muy bien con los ingredientes y esto fue fundamental para la competencia. Por ejemplo, con el tomate, la vainilla, el maíz, el chocolate o diferentes hierbas que antes no hubiera usado en las recetas. El reto ahora es aventurarme a utilizar toda esta gran cantidad de ingredientes de diferentes formas y no tener límite alguno en la preparación de platillos. Siempre hay que probar cosas nuevas.
¿Qué fue lo más difícil de participar en este reality?
Lo más complicado era ponernos de acuerdo. Éramos demasiadas personas en una sola cocina y cada uno con diferentes puntos de vista. En lo particular, también fue difícil superar la tensión de las cámaras.
¿Y no sintió presión de estar bajo la tutela de reconocidos chefs?
Había mucha exigencia, sobre todo porque se pedía que todo saliera bien. Pero cada uno de los consejos que nos brindaron fueron valiosos para nuestra formación.
El programa Desafío Culinario concluyó el domingo último y la chef Vanessa Solórzano fue la ganadora. (Foto Prensa Libre: Áxel Vicente)
¿Qué aprendió de ellos?
Aprendí a ser yo misma y a no cambiar. Entendí que la humildad es muy importante en este oficio y que la amistad es valiosa. En algún momento vas a necesitar de tus amigos y ellos necesitarán de ti. Pero también aprendí de todos los cocineros que hay en los pueblos y mercados, porque me enseñaron a no ser envidiosa y compartir cada una de las recetas para expandir nuestra cultura culinaria.
Después de haber ganado este reto, ¿cuáles cree que deberían ser las cualidades de un chef?
Lo principal es tener buen carácter. Además se necesita ser humilde para aceptar que no lo conoces todo y que necesitas de los demás. Debes ser persistente en tu trabajo porque esta es una profesión que te exige mucho tiempo. Pero si te gusta, más que cansado resulta placentero.
¿Qué sintió al ser la ganadora?
No es tanto lo que ganas, sino lo que realmente aprendes, lo que gozas y lo que ríes. Las cosas materiales se acaban, pero los conocimientos no. Por eso es importante aprender cada día.
¿Hay talento culinario en Guatemala?
Sí lo hay. Además de tener una deliciosa gama de recetas, también hay ganas de salir adelante. Lo que nos hace falta es romper esa barrera de miedo que nos impide expresar nuestros talentos. Hay que eliminar esa idea de sentir que podríamos ser humillados. Si a alguien le gusta la cocina, solo hace falta que trabaje para salir adelante en lo que realmente le gusta.