Con la excepción de algunos conjuntos monocromáticos de tonos vivos (rosa, amarillo, coral y verde), todos los atuendos son una oda a la floración con prendas de seda que sirven de lienzos para composiciones pintadas a mano.
Por ejemplo, resaltan vestidos en los que en medio de las flores que trepan por el hombro o el costado, surge de repente una mariposa o un loro.
Por otro lado, también relucen las blusas que caen en una cola por la espalda, los ponchos suaves y ondulados, así como los vestidos holgados que llegan hasta los pies.
Japón está muy presente en el vestuario imaginado esta temporada por Veronica Etro, con chaquetas quimono de amplias mangas atadas a la cintura y conjuntos de pantalón yudoca.
En Moschino reinan los años sesenta, con efectos geométricos y flores multicolores. En Blumarine, los colores son botánicos con degradados de verde suave, malva, azul descolorido y rosa palo. Los estampados florales enriquecen delicadamente vestidos.
Para la línea juvenil Just Cavalli, de Roberto Cavalli, se inspira en el Mediterráneo y sucumbe a la “flormanía“ añadiendo en sus estampados unas románticas buganvilias violetas a su habitual motivo jaguar. El modisto se inspira en las decoraciones de follaje de la loza azul del sur de Italia para magnificar blusas, chaquetas y pantalones.