Rina, que Dios le siga llenando de palabras positivas en lo que escribe, para reconfortar y motivar a otras personas, para que ayuden a las que lo necesitan. Hay tanto dolor y tantos problemas en el mundo y, a veces, somos tan indiferentes y no nos conmovemos por el prójimo que está pidiendo auxilio, en medio de su dolor y su miseria.
Amiga: Su comentario, a pesar de ser sencillo y conocido, bien merece una respuesta, solidaridad y comprensión. En principio, ese gesto tan noble que usted tuvo para esa angustiada madre, al compartir con ella lo que Dios le ha dado, es un verdadero testimonio de fe, producto de un corazón lleno de amor y de generosidad. Porque estas acciones no se hacen para arrancar aplausos ni para crear egos inflados, sino son producto de un corazón humilde, noble y generoso, que en el nombre de Dios quiere ser útil a los más necesitados.
Estoy segura de que todos los lectores que respondieron al llamado de aquella joven madre, a quien un accidente le cambió la vida, hoy llevan en su corazón el gozo de haberle extendido su mano para ayudarla. Y no es que lo hayan hecho esperando una recompensa o movidas por un interés, porque estas acciones solo vienen de Dios, como lo sucedido en ese centro comercial. Esa sorpresiva respuesta de la computadora no fue una casualidad, porque para Dios no hay casualidades, las cosas no pasan por casualidad, siempre llevan un mensaje, un llamado.
Ciertamente, quien en su vida no atesora para sí, atesorará tesoros en el cielo y todo lo que haga será de bendición. Y esta es la regla de oro de todas las religiones: “Tratad siempre a los otros como quisierais que os traten a vosotros; esa es la ley de los Profetas”. Mateo 7:12
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