Un día la mamá le dijo: – Está bien te dejaré bajar a la Tierra con la condición de que vuelvas en cuanto pase el 25 de diciembre.
– De acuerdo, te lo prometo, dijo Benjamín, muy contento. Al llegar la Nochebuena, el día 24 de diciembre, se despidió de todos y se dispuso a bajar del Cielo. Voló de prisa por el frío y nieve.
Al acercarse a las casas empezó a ver por las ventanas para decidir a cual se iba a meter. y por fin se decidió por una en la que vivían dos niños, Felipe y Adrián.
Benjamín buscó un agujero en la ventana y por allí se metió, fue volando hasta la sala de la casa, se paró y cuando empujó la puerta para entrar, se quedó sin palabras: ¡¡¡¡Había el árbol más bonito que había visto en su vida!!! Era tan grande que casi llegaba al techo, estaba lleno de bolas que brillaban y de luces de colores y abajo tenía los regalos que había dejado papá Noel.
De pronto, Benjamín oyó unos pasos que se acercaban corriendo al salón y las risas de los niños que venían cantando.
El angelito buscaba desesperado dónde esconderse para que no le vieran y no se le ocurrió nada mejor que quedarse muy quieto con las alas extendidas en lo alto del árbol de navidad como si fuera una figurita más. Los niños entraron corriendo al salón, seguidos de sus papás y gritaron: -¿podemos abrir ya los regalos?.
Sí claro, dijeron sus papás. Los niños abrieron todos los regalos, papá Noel les había traído lo que habían pedido y estaban muy contentos.
Benjamín los miraba desde lo alto del árbol sin mover ni un pelo para no ser descubierto pero, estaba tan feliz viéndoles, que no pudo evitar soltar unas risitas de felicidad.
Entonces, Adrián, le vió y empezó a gritar: – Mamá ese angelito es de verdad, le he visto reírse.
– Pero que cosas dices, es un angelito de cerámica, ¿cómo se va a reír?. Sigue jugando con tus juguetes nuevos.
Sin embargo, los niños al ratito de estar jugando empezaron a discutir: – Déjame el tren. – No, es mío. – No agarres mi patineta, papá Noel me lo ha traído a mí. – Mentira que es mío.
– Pues si no me lo dejas, me enfado y ya no juego contigo y acabaron los dos enfadados, cada uno en un extremo del salón.
– ¡¡¡Se acabó!!! Dijeron mamá y papá. – Ahora mismo vamos a meter todos los juguetes en una bolsa y vamos a regalárselos a los niños que no tienen casa y papá Noel no ha podido dejarles nada.
Felipe y Adrián se pusieron a llorar, y de pronto Adrián se dio cuenta de que le había caído una gotita de agua en la mano, miró hacia arriba y vio que eran las lágrimas de Benjamín.
Se calló de inmediato y acercándose a su hermano le dio un besito y le dijo: Perdón!!! A la vez que le dejaba su patineta nueva.
El hermano mayor, que era muy bueno, le dio un abrazo y le dijo: -Jugaremos los dos con todo.
– Muy bien, hijos, así se hace!!!, dijeron los papás muy contentos y ahora ¿qué les parece si en esta bolsa metemos los juguetes que no usan mucho y se los regalamos a los niños que no han tenido tanta suerte esta Navidad?.
El niño pequeño miró de reojo al angelito y vio que le sonreía y que le guiñaba un ojo. Al día siguiente todos buscaban al angelito del árbol y su mamá le preguntó: -Adrián ¿Has tomado el angelito que había en el árbol?
– Él dijo muy convencido: No, se fue muy contento volando hasta el cielo.