Miguel Ángel, Leonardo Da Vinci y Pablo Picasso, entre otros, tuvieron maestros gracias a los cuales pudieron plasmar su enorme talento.
En esta edición se publica el perfiel de cuatro maestros de arte que han dedicado más de 30 años a la enseñanza en el Conservatorio Nacional de Música y en la Escuela Nacional de Artes Plásticas (Enap). Ellos reconocen que la labor no es sencilla, debido a las limitaciones de presupuesto, falta de insumos y de interés gubernamental, pero que a pesar de ello, entregan el corazón a su trabajo.
Los maestros Carlos Vásquez y Robelio Méndez, del Conservatorio; y los maestros Julio Ajín y Leonel del Cid, de la Enap, cuentan su historia.
Su pasión es la marimba
El maestro marimbista Robelio Méndez tiene claro algo: su pasión por la música proviene de San Pedro Sacatepéquez, San Marcos, de donde es originario. El nació en 1929 y viene de una familia de músicos. “Cuando llegué a la ciudad fue gracias a una beca para estudiar en el Conservatorio Nacional y luego me quedé impartiendo clases”, dice Méndez, quien tiene más de 60 años de trabajar en la docencia. “Hay que tener paciencia con los estudiantes, nunca hay que desanimarlos porque puede que esa sea su verdadera vocación”, sentencia Méndez. Para este experto de la marimba es importante dos cosas: aprender a escuchar su instrumento y respetar el trabajo. “La perseverancia es fundamental”, añade el docente.
“Es hermoso”
“A usted se le entiende muy bien, debería dar clases”. Con esta frase convencieron a Leonel del Cid para que impartiera clases en la escuela de pintura del Cerrito del Carmen. “Fue algo que me tomó por sorpresa, pero que con el paso del tiempo me lo fui tomando muy en serio”, dice. Desde 1985 Del Cid se dedica a formar artistas, primero en la Escuela del Cerrito, y desde 1999, en la Escuela Nacional de Artes Plásticas. “Para mí es importante conocer el potencial de los estudiantes; con un poco de paciencia se descubre, así como la tuvieron conmigo cuando comencé”, añade. Para Del Cid, la labor docente no solo debe ser la enseñanza, pues hay que involucrarse en los quehaceres de los futuros artistas. “Además, el gobierno debe estar consciente de que los pintores y plásticos merecemos mayor atención”, enfatiza. A Del Cid, tres décadas de docencia le han traído grandes satisfacciones. “Es hermoso ver que los estudiantes llegan alto cuando salen de la escuela”, agrega.
Busca dejar huella
Julio Ajín, a sus 62 años, sabe que su labor como docente en la Escuela Nacional de Artes Plásticas es importante. “Aunque me gustaría que mis obras lleguen a un museo, sé que mi mayor legado será dejar una enseñanza a las nuevas generaciones”, comenta Ajín, quien ha dedicado 45 años de su vida a la enseñanza. Por sus aulas han pasado múltiples artistas, que luego han representado a Guatemala en diversos encuentros culturales en varios países. “Saber que lo que impartimos en la escuela sale de nuestras fronteras es para nosotros un gran orgullo”, dice. El maestro Ajín siempre recuerda a sus estudiantes. “Me gusta seguirles la huella y estar pendiente de sus logros, ya que muchos, cuando empezaron no sabían hacia dónde dirigían su vida. Ahora saben que el camino para ellos es el arte”, puntualiza.
“Sigo aprendiendo”
Carlos Velásquez tiene 60 años de impartir clases de corno en el Conservatorio Nacional de Música y su energía parece no agotarse. “Tengo 82 años y sigo aprendiendo de mis estudiantes”, cuenta. En 1948 ingresó a estudiar al Conservatorio y en 1955 se quedó como docente. “Este trabajo me ha dado muchas oportunidades para salir de Guatemala y desarrollarme como profesional”, agrega. Como músico y maestro tuvo la oportunidad de viajar a varios países de Centroamérica y México. “Pero la satisfacción más grande es ver salir a mis estudiantes al extranjero, saber que mis conocimientos les han servido para desarrollar sus habilidades en otros lugares”, dice. Vásquez reconoce que la labor docente es difícil y a veces incomprendida, “pero es importante y es a lo que he dedicado mi vida”, añade sonriente.