“¡Cuando vamos en un desfile nos encanta que nos aplaudan, que nos griten, que nos miren!”, dice Anaité, batonista de 15 años.
La bastonera tiene ciertos rasgos de personalidad histriónica: le gusta ser observada, es exhibicionista, extravertida y posee gran coordinación motora, refiere la psicóloga Melisa Lemus. No obstante, existe el riesgo en estos grupos cerrados de que se den criterios de exclusión. Hay un imaginario que las asocia con la estética y la perfección, asegura.
Físicamente, las batonistas deben poseer una movilidad envidiable, la suficiente como para llevarse una pierna a la altura del rostro.
Muchos de los ejercicios que hacen tienen sus raíces en el twirling baton, disciplina deportiva que combina la gimnasia con el uso de un bastón.
Edwin Villela es entrenador de batonistas desde hace muchos años. Aprender los siete ejercicios básicos, que empiezan por la flexibilización de articulaciones, toma unos cuatro meses, pero llegar a girar sobre una sola pierna, lanzar el bastón y recibirlo con gracia, puede requerir un año.
Con toque militar
Guatemala es uno de los pocos países del continente en que las batonistas se asocian con trompetas y tambores. En otras latitudes su participación en competencias tiene un sentido lúdico, al crear coreografías alejadas de la música marcial.
Las batonistas todavía conservan lo que la antropóloga Lina Barrios, del Instituto de Estudios Interétnicos, define como “la feminización de los símbolos militares”: las charreteras, los cordeles, los kepis y la guerrera, que son elementos infaltables en sus uniformes.
Incluso, el bastón es un símbolo de mando en las formaciones de escuadras que las caracterizan, coincide el historiador e investigador Gustavo Palma, de la Asociación para el Avance de las Ciencias Sociales.
Este modelo de celebración es una herencia de la dictadura ubiquista caracterizada por la militarización del sistema educativo, explica Palma.
De hecho, a criterio de Alma Chacón, de la organización Tierra Viva, la batonista refuerza estereotipos como el de la “mujer adorno”.
Ese concepto fue plasmado por la filósofa feminista Simone de Beauvoir en su libro El segundo sexo. Para ella, la imagen de coqueta y frívola obedece a una construcción social.
Finalmente una pregunta ¿acaso lanzar un bastón contribuye a la patria?, Kimberly, de 16, responde: “No es el bastón, fue lo que aprendí al usarlo: responsabilidad, disciplina y a esforzarme”.