Escenario

Dibujar con palabras y escribir con dibujos

La imaginación al poder, sea en forma de novela gráfica, de relato policíaco, historia de aventuras o de ciencia ficción: el caso es explorar lo compleja que es la existencia humana, a juicio del dibujante y novelista mexicano Bernardo Fernández, "BEF".

PEKIN – Entomólogo frustrado y que confiesa que si no fuera escritor y dibujante sería titiritero, BEF se encuentra en Pekín dentro de una gira por China a invitación de la Secretaría de Relaciones Exteriores y la Embajada mexicana para pronunciar una serie de charlas sobre la literatura en su país, y para promover su novela Ojos de Lagarto (2009), recientemente traducida al mandarín.

Una historia de aventuras al estilo de las de Emilio Salgari, la novela entremezcla los sinos de un cazador de animales salvajes, un dentista-veterinario metido a vendedor de remedios milagrosos, la hija de este y un misterioso comerciante chino, que confluyen en la Mexicali fronteriza de la década de 1920, cuando un incendio de origen desconocido arrasa la ciudad subterránea conocida como la Chinesca.

Me voló la cabeza pensar que pudiera existir algo así, una supuesta ciudad subterránea de chinos que hay entre la ciudad y la frontera con EE.UU… Lo del incendio de la Chinesca es real, y pensé qué hubiera sucedido si hubiera sido provocado por un dragón que respira fuego, un dragón chino”, explica BEF, en declaraciones a Efe.

Inicialmente pensada como un cómic, acabó siendo una novela tradicional. “Creo que la historia, que puede ser muy demandante, es la que le dice al narrador: quiero que suceda esto, y quiero que me cuentes de esta manera. Y Ojos de Lagarto la tenía que contar con palabras”, explica.

Porque su llegada al mundo narrativo se produce a través del cómic, de la novela gráfica, algo a lo que supo que se quería dedicar desde que, con cuatro o cinco años, su madre dividió una hoja de papel en cuatro y le propuso dibujar una historieta: “desde ese momento supe que era lo que quería hacer”.

Comenzó a publicar caricaturas en un periódico a los 18 años. Entonces, en México en los años noventa “no existían condiciones para poder publicar lo que ahora llamamos novela gráfica o álbumes, le ha tocado a mi generación de dibujantes de cómic conseguir espacios… Nos tocó picar piedra como generación”, explica.

Sus obras quieren, entre otras cosas, explorar qué difícil es “el ser o el existir como persona. Creo que eso es lo que marca la diferencia entre el entretenimiento frívolo y lo literario”.

Ello ha dado novelas gráficas como Monorama (2007) o Monorama 2 (2009), pero también novelas como Tiempo de Alacranes (2005), o las policíacas Hielo Negro (2011), premio Grijalbo, y Cuello Blanco (2013).

Son obras siempre dentro de la “literatura de la imaginación”, un género muy explorado en la tradición anglosajona pero hasta muy recientemente mal visto entre los escritores de lengua castellana.

La propia obra cumbre en castellano, el Quijote, se burla de la novela de caballerías, que “era la ciencia ficción del Siglo de Oro”: “Tenemos una tradición que se burla de la imaginación desde el principio”, se lamenta.

Por lo tanto utilizar ese género es “ir contra corriente” pero -matiza- “justamente por eso me interesa, porque tiene reto” .

Por su interés en el género le tocó nuevamente romper moldes: “así como me tocó picar piedra con los cómics me tocó lo mismo con la literatura de la imaginación, y demostrar que hay historias que se pueden contar en esta clave, que vale la pena leer”.

El salto del formato de novela gráfica a la novela tradicional se produjo un poco por casualidad.

“Mi estilo de dibujo es muy sencillo, casi infantil. Cuando quería contar historias que eran más dramáticas, más espectaculares, necesitaba un mejor dibujante que yo”, pero sus colaboradores “tardaban tanto en dibujarlo que decidí que iba a escribirlo yo”.

Según reconoce, “si hubiera tenido un dibujante rápido nunca hubiera dado el salto, hubiera seguido escribiendo guiones de cómic… debería agradecerles que se hubieran tardado” .

La tarea de escribir, según explica, viene a ser “dibujar las palabras con historias” . Y dibujar, escribir con imágenes.

“Prefiero dibujar, los cómics. Pero no todas las historias se pueden contar así, y no siempre hay las condiciones para hacer una novela gráfica. Creo que soy muy afortunado de poder hacer las dos”, admite.