Este calamar no copula realmente, sino que se aparea dejando “espermatóforos” (cápsulas que contienen espermatozoides) sobre el cuerpo del otro ejemplar, usando un apéndice alargado que se parece muy poco a un pene. Las cápsulas sueltan luego los espermatozoides, los cuales se implantan en los tejidos de la hembra, posibilitando la reproducción.
Sin embargo, asegurarse de que se trate de una hembra parece sumamente difícil en estas oscuras aguas del Pacífico Oriental, en particular porque hembras y machos viven separados unos de otros y se parecen mucho físicamente.
Todo parece indicar que, para aumentar las posibilidades de reproducirse, el macho fecunda sistemáticamente a todo calamar de este tipo que se encuentre a su alcance, sea cual sea su sexo.
Hendrik Hoving, biólogo en el Instituto de Investigación del Acuario de Monterey Bay, en California (Estados Unidos) , empezó a pensar que así era al descubrir cadáveres de calamares machos con espermatóforos.
Posteriormente, usó un robot submarino teledirigido, con el fin de observar directamente a este calamar. Sobre un total de 108 ejemplares filmados, los científicos sólo lograron reconocer el sexo de 39 de ellos. Diecinueve de estos 39 llevaban espermatóforos (nueve machos y 10 hembras) .
En el caso de los machos, las cápsulas de espermatozoides se encontraban fuera del alcance de su propio “pene” , por lo cual sólo podían haber sido implantados por otro macho, según el estudio.
El macho “se aparea indiscriminadamente con machos y hembras”, puntualiza.
“Aparentemente, a esta especie le cuesta menos perder espermatozoides dejándoselos a otro macho que desarrollar mecanismos de discriminación sexual (…) o renunciar a aparearse” , estiman los investigadores.