Todos esos son síntomas clásicos de una escasez de alimento a largo plazo, lo cual se corrobora al mismo tiempo con una menor disponibilidad del krill antártico, un crustáceo diminuto esencial en la cadena alimentaria de ese hábitat.
Ese factor fue a su vez vinculado por los autores con temperaturas más altas del mar y del aire, y de los hielos polares.
“El cambio climático ha reducido la disponibilidad de las presas y causó una caída significativa del peso de los lobos al nacer”, escriben.
“Detectamos una disminución del 24 por ciento de la cantidad de hembras con cría en los últimos 27 años”, agrega. El estudio también detectó una menor variabilidad genética en los individuos, lo cual los vuelve más vulnerables ante cambios que necesitan una adaptación.
Tras estar amenazados de extinción en el siglo XIX cuando se los cazaba a gran escala para explotar sus pieles, los lobos marinos australes se recuperaron en el siglo pasado.
A causa de los cambios que ahora padecen, “puede que resulte más difícil combatir el declive de los lobos marinos en el sigo XXI que en el siglo XX”, dijeron los zoólogos Tim Coulson y Sonya Clegg en un comentario sobre el estudio.