Carmen Mola ha alcanzado gran popularidad no solo después de la polémica revelación que hizo utilizando ese nombre femenino, y con el cuál le dio pseudónimo a la escritura conjunta de los españoles Agustín Martínez, Antonio Mercero y Jorge Díaz. Hasta la fecha, ese nombre ha logrado desencadenar una bibliografía de seis títulos desarrollados a partir de la novela negra y en donde buscan exhaustivamente poner la lupa sobre la violencia.
En su sexto libro, Carmen Mola celebra por primera vez el amor romántico protagonizado por un estudiante en Medicina y una bailarina que son asociados a un homicidio que provocará un viaje fuera de España, durante el siglo XIX.
A consecuencia de ese hecho, el lector viajará con los personajes hasta Cuba donde también se podrá reconocer la esclavitud imperante, dentro de pequeño mundo que hace titular al libro El infierno.
Sobre la publicación -disponible ya en Amazon-, así como de los orígenes de esta, nos habla Jorge Díaz, uno de los tres Carmen Mola.
¿Cuáles fueron los motivos que hicieron de España y Cuba los territorios elegidos para esta nueva historia?
Jorge Díaz: Lo primero queríamos es que fuera en el siglo XIX, porque fue muy especial en España. En esa época el país empieza siendo un imperio con posiciones en todo el mundo y acaba siendo un actor de segunda en el llamado Concierto europeo.
Cuando te pones a estudiarlo, es un siglo donde hubo revoluciones, golpes de estado, guerras civiles, una invasión napoleónica y un montón de guerras de independencia en América Latina que fueron perdidas.
¿Por qué nos fuimos a Cuba? Porque las circunstancias nos lo fueron pidiendo. Nos dimos cuenta de que lo que en España era una situación de mucha desigualdad social, donde había ricos y pobres, en Cuba era lo mismo, pero multiplicado. Ya no hablamos de ricos y pobres, sino de libres y esclavos. La riqueza y la pobreza eran iguales o similares que en España, pero la libertad muy distinta.
¿Cómo lograron situarse en la mentalidad del siglo XIX? ¿Qué tipo de registros exploraron para comprender la época?
JD: No puedes meterte en la mente de un español ni de un criollo cubano del siglo, pero te metes en la historia igual que lo haces en el relato de cualquier persona: viendo cómo piensan, leyendo la prensa, libros o documentos de la época.
Somos muy de consultar las gacetas. Sorprendentemente, las gacetas o avisos de Madrid como de La Habana están en Internet y pueden ser consultados de forma libre. Es algo que te da mucha información.
Si estás leyendo noticias de venta de esclavos, por ejemplo, vas viendo cómo son las cosas. En el proceso, veíamos que, de cada 20 periódicos, tal vez nos servía una frase. Y entonces, claro, consigues un montón de datos.
Una vez que tienes el libro, estos datos dan mucha realidad al relato, porque todo lo que estás diciendo no lo conoces de primera mano, porque no estuviste allí, pero, te tienes que fiar de que el que los conocía de primera mano no mintiera.
¿Encontraron algo revelador sobre el pasado político de España previo a la escritura de El Infierno?
JD: Lo que más nos ha llamado la atención de todo fue el tema de la esclavitud y el descubrir que los españoles no tenemos una idea de haber sido una potencia esclavista.
En 1821 ya está abolida, pero en la práctica ya estaba abolida siglos antes. No se tiene conciencia de que hubiera esclavos, excepto algún esclavo doméstico de familias que venían de Cuba en Cádiz.
Nos encontramos con que lejos de lo que pensamos, España es el penúltimo país de Europa en abolir la esclavitud por completo.
La esclavitud se concibe dentro de un espectro violento, que es el tema del que suelen partir sus novelas. ¿Considera que puede la ficción ayudar a contrarrestar las narrativas de violencia y cuestionarlas más allá de hacerlas “exóticas”?
JD: No tengo la sensación de que la literatura pueda ser un elemento que cambie nada. Simplemente, creo que nos tiene que servir para poner el foco sobre cosas que nos parece que hay que pensar. Nosotros no hacemos novelas de tesis ni novelas ideológicas, hacemos novelas de entretenimiento.
Ahora bien, una vez que tenemos claro que hacemos eso, queremos poner muchas veces el foco. En esta novela se trata de la esclavitud. En las últimas que hicimos, estaba la maternidad subrogada, el tráfico de personas, las creencias religiosas o absurdas, la desigualdad social, la ignorancia… Intentamos ir mostrando cosas, pero no nos consideramos con fuerza como para cambiar nada.
Carmen Mola llega al amor por primera vez con este libro. ¿Qué valor encuentran en los afectos dentro de los escenarios de violencia?
JD: Queríamos reflejar que tanto el amor como la ficción son las únicas cosas que nos salvan del horror cotidiano, que muchas veces, aunque no sea un horror como el de la esclavitud, ocurre cuando tienes un problema o estás fastidiado con algo. El amor nos salva en las miles de modalidades que pueda haber.
Hemos querido hacer un folletín decimonónico y en eso nos hemos fijado para construir la historia de amor entre Mauro y Leonor. Es algo que tiene mucho que ver con las telenovelas actuales. Le apuntamos a eso porque intentamos no escribir siempre lo mismo, ya que nos aburrimos.
Entonces dijimos que haríamos otra mezcla de géneros. En lugar de hacer una novela dickensiana, hemos buscado el folletín decimonónico, el folletín de amor, de esas historias que en un capítulo avanzan y en los próximos parece que nunca se van a encontrar, pero siempre se sabe que un tirabuzón del destino hará que los amantes vuelvan a encontrarse.
Los capítulos de la novela son representados como “círculos”. Es algo que resuena mucho con El Infierno de Dante. ¿Sí hay un paralelismo?
JD: Primero escribimos los episodios en un borrador, pero no les llamábamos círculos, sino capítulos. Y cuando ya lo teníamos casi terminado, fue un mando. A alguno de nosotros se le ocurrió por qué no les llamamos círculos como Dante.
Entonces hicimos la labor de poder adaptar nuestros círculos a los círculos de Dante que, si los tienes en la cabeza, el séptimo es el de la violencia y los asesinatos. Pero el octavo es el de los defraudadores y el noveno de los que falsifican documentos.
Lo que hicimos fue quedarnos en el séptimo, que es el que nos interesa a nosotros, y no íbamos a adaptar a los demás círculos, sino que íbamos a hacer que todos fueran en realidad hacia el séptimo que es la violencia, que es lo que siempre ha hecho Carmen Mola desde la primera novela.
Seis libros después, ¿por qué considera importante Carmen Mola enfocarse en ese tema?
JD: Quizá si desde la primera novela no hubiera habido esa maldad y esa violencia, y si no hubiéramos notado que era lo que le gustaba a la gente, no hubiéramos seguido allí. De repente nos encontramos con el éxito.
Nos hemos visto obligados a acentuar esa violencia, pero no es algo en lo que pensáramos antes de empezar a escribir. Nos hemos encontrado con ello. Tampoco vamos a engañarnos, nos gusta escribir sobre estas cosas.
A propósito de los años escribiendo, ¿que han aprendido a reforzar, pero también a descartar al momento de escribir un libro a seis manos?
JD: Como llevamos trabajando toda la vida en reuniones en las que decidimos lo que va a pasar en la novela, decidimos hasta el detalle más nimio. Los tres sabemos exactamente de qué va la novela y qué va a pasar en cada capítulo.
Yo creo que el resto de la gente no lo hace porque además hace falta confiar mucho en tus compañeros y en su talento. Si la idea de un compañero es mejor que la tuya, lo tienes que reconocer, te callas y trabajas con la de él.
Entonces, ¿qué hemos aprendido? Que cuesta mucho, porque te aseguro que muchas veces te vas a casa pensando, joder, que tenía que haberme peleado más esto. Hemos aprendido que lo mejor siempre es lo mejor para la novela, no lo mejor para cada uno de nosotros.