“Las marchas fúnebres son, ante todo, expresiones de religiosidad popular y tienen como fuente distintos elementos constitutivos que conforman y estructuran estas manifestaciones de fe”, indica Luis Gerardo Ramírez, en su libro Días de Muerte y Gloria, dedicado a la composición de la música sacra en el país.
“Las marchas cuaresmales llevan un título, el cual tiene su historia y circunstancia. Este, en la mayoría de los casos es anecdótico, transmitido oralmente y carente de documentación escrita”, explica Ramírez en su obra.
Con ese criterio coincide el investigador de biografías de compositores de marchas, Édgar Cabnal, quien afirma que es imposible saber a ciencia cierta cuántas marchas fúnebres se han compuesto en el país, pero indica que “no se puede hablar de menos de dos mil 500 obras”. El investigador lamenta el hecho de que “muchas se han perdido y otras no se conocen en la capital, ya que son algunos autores se las han compuesto ciertas imágenes de algunos pueblos”.
Orígenes
De acuerdo con Miguel Álvarez Arévalo, cronista de la ciudad, la música sacra interpretada durante la Cuaresma y Semana Santa tiene su origen en el siglo XVI y parte de un prototipo de marchas fúnebres italianas, que posteriormente evolucionó hasta llegarse a escuchar como hoy en día. “Esa evolución tiene relación con la creación de escuelas de música militares y vienen a partir de una tradición polifónica de la corriente del romanticismo”, refiere.
La Fosa, del autor Santiago Coronado, es una de las primeras marchas fúnebres de la nueva era documentada y data de 1888. Otros autores pioneros del género, como se le conoce hoy, son Salvador Iriarte, compositor de Jesús de la Merced, y Marcial Prem, creador de la Marcha Fúnebre número tres, entre otros.
Grandes artistas
Aunque la autoría de la música procesional se ha considerado un patrimonio casi exclusivo de los hombres, la inspiración de la mujer ha estado presente en las procesiones guatemaltecas y de hecho se remonta a la década de 1940. “Hay que tomar en cuenta que en esa época los patrones de comportamiento de la sociedad no brindaban mayores espacios de participación a la mujer, siendo excluidas y, en algunos casos, consideradas como inferiores al hombre”, comenta el historiador Édgar Cabnal.
“Se han documentado obras de Elena Q. De Bolaños y Romelia Guirola de Barraza, quienes en 1941 estrenaros las marchas Mi Dolor y El Divino Prisionero”, agrega. A lo largo de las décadas se han logrado documentar muchas obras compuestas por casi un decena de féminas. Una de las autoras más reconocidas en el ámbito procesional es Julia Quiñónez, quien es la autora de la marcha Mater Dolorosa, compuesta en la década de 1950 y que hoy en día es la oficial de la procesión de Jesús de los Milagros, del templo de San José.
Temas insignia
Algunas marchas han destacado por su antigüedad y belleza.
Jesús del Consuelo, de Fray Miguel Murcia —oficial de
Jesús del Consuelo del templo de La Recolección—.
Mater Dolorosa, de Julia Quiñónez —oficial de Jesús Nazareno de los Milagros del Santuario Arquidiocesano del Señor San José—.
Una Lágrima, de Manuel Moraga —oficial de Jesús de Candelaria, en su procesión de Jueves Santo—.
Señor, pequé, de Joaquín Santa María y Vigil —oficial de Jesús Nazareno de la Merced, en su procesión de Viernes Santo—.
Cruzados de Cristo, de Manuel Antonio Ramírez Crocker —oficial de Jesús sepultado de El Calvario—.
Sudor de Sangre, de Fray Miguel Murcía —oficial de Cristo Yacente del templo de La Recolección—.
La marcha fúnebre, de Federico Chopin —oficial del Cristo del Amor, del templo de Santo Domingo—.