Se percibió desde los primeros compases que sonaron del western “El Bueno, el feo y el malo”, habitual en las aperturas del cuarteto y coreado por los más de 30 mil fanáticos que se congregaron en el Jockey Club, el hipódromo de Asunción.
Las notas del italiano Ennio Morricone para ese filme fueron el preludio de un salvaje Battery, que puso en pie a un público en su mayor parte uniformado con camisetas negras con la carátula del grupo.
Siguiendo la fórmula del Metallica By Request, donde los asistentes de cada país eligen los temas a interpretar, los reyes del thrash metal engancharon una tras otra 18 canciones de entre lo más granado de su vasto repertorio.
Desde el clásico Master of Puppets a Fuel, pasando por The Unforgiven o Sad but a True, hasta One o Ride the Lightning, las guitarras de Hetfield y de Kirk Hammett relampagueaban sobre Ulrich, que en ocasiones tocó erguido para batear con más fuerza sus baquetas.
A su vera el incansable Robert Trujillo, maestro del bajo sin púa y parte de una maquinaria heavy, que sonó perfectamente engrasada hasta en la novedosa The Lords of Summer, avance del que será su próximo álbum, que progresó desde un perfil de balada hasta un volcán de funk y metal.
El engranaje funcionó sin fisuras, apoyado por un espacioso escenario y una plataforma a la que de vez en cuando ascendían Hetfield, Trujillo y Hammett, este erigido una vez más como guitar hero del grupo.
Aunque a ratos Hetfield pareció estar justo de voz, el guitarrista y cantante, que cambió varias veces de guitarra, ejerció como líder indiscutible y utilizó todo su carisma y sentido del humor para conectar con el público.
Por dos veces invitó a espectadores a presentar los temas del set list, algo que estaba preparado de antemano, pero que sirvió para subir la temperatura ambiente en una ciudad que hasta hace poco ha estado fuera del circuito internacional del rock.
Tampoco faltó la consabida comunión con la platea, con Hetfield enarbolando la bandera paraguaya y luego cubriendo con ella el bombo de la batería de Ulrich.
“No suena mejor ahora?”, preguntó Hetfield.
Después de un par de horas de ruido y furia, Metallica se despidió al filo de la medianoche con una penetrante Seek and Destroy, de nuevo con Hammett como maestro del riff y con Hetfield dando las gracias en español.
Antes, Hammett había introducido con su faceta más suave el Nothing else Matters, que fue precisamente el tema de Metallica que interpretaron, como teloneros, la Orquesta de Cateura.
La Orquesta de Instrumentos Reciclados de Cateura de Asunción, Paraguay, durante su actuación como telonera de Metallica. (Foto Prensa Libre: EFE)
La Orquesta, compuesta por adolescentes que tocan con instrumentos fabricados con desechos obtenidos de ese vertedero cercano a sus casas, se ganó a los asunceños desde su primera interpretación.
Esta fue la célebre cantata Carmina Burana, de Carl Orff, aunque la apoteosis llegó con Patria Querida, un tradicional paraguayo que fue aplaudido a rabiar por el respetable.
Entre Metallica y la Orquesta de Cateura actuaron De la Tierra, megapropuesta thrash que agrupa a músicos de Maná, Sepultura y Los Fabulosos Cadillacs.
Los “chicos del basurero” de Cateura seguirán inaugurando los próximos conciertos de Metallica en Santiago y Buenos Aires, dentro de la gira que les ha llevado por Bogotá, Quito, Lima, Sao Paulo y Montevideo.
Fundada en Los Ángeles en 1981, Metallica ha vendido más de cien millones de discos, con álbumes tan famosos como Black Album (1991) o Master of Puppets (1986).