El arqueomusicólogo Mattias Stockli explicó en una entrevista con Prensa Libre que se evidencia la presencia de música y danza desde el Clásico (300-900 d. C), lo cual no excluye que la hubiera antes de ese período.
“En las crónicas de Bernal Díaz del Castillo y el Popol Vuh se describen varias escenas musicales”, afirmó.
En un ensayo para un simposio de Arqueología, Stockli explica que aunque las únicas evidencias son iconográficas, se puede deducir que con frecuencia se usaban combinaciones de instrumentos, incluida la voz humana.
Actualmente, grupos ceremoniales y artísticos emplean instrumentos como el tun —tronco hueco con dos lengüetas—, tambores, chirimía, pito, ocarinas y caracoles marinos para crear ambiente ceremonial y también para representaciones coreográficas que evocan aquel glorioso pasado.
Compañías como Sot’zil, de Sololá, impulsan el rescate de esa riqueza sonora, algo que también efectúan cofradías como la del palo volador de varias comunidades, como Joyabaj, Quiché, en donde se fusionan elementos prehispánicos con otros surgidos a lo largo de la Colonia y la época republicana, un sincretismo que continúa en evolución y no por ello deja de ser un auténtico motivo de orgullo, símbolo de la identidad guatemalteca.