Escenario

Escritores dejaron sus obras como legado

El relato de los suburbios que entonó Lou Reed, la mirada a la psique femenina de Doris Lessing o las ansias de libertad de Stéphane Hessel se apagaron a lo largo de este año y para la posteridad quedaron sus obras, retratos personales de la realidad impregnados de sus particulares miradas al mundo.

MADRID – El Lou Reed que puso voz a la miseria de Nueva York, que miró de frente a transexuales, chaperos y prostitutas y que hacía en sus canciones con la banda The Velvet Underground un alegato de las drogas, dejó, como decía su canción, “el lado más salvaje” en el que vivió durante 71 años un 27 de octubre y con él se llevó una narración sin cortapisas de la crudeza de la realidad.

Los más desfavorecidos fueron una de las fijaciones de la premio Nobel de literatura Doris Lessing, que fue capaz como pocas de adentrarse en el mundo de las mujeres. Autora de “El cuaderno dorado” (1962), la obra de Lessing esconde las vivencias y los contrastes que experimentó en Irán, Zimbaue o Reino Unido.

Si combativa era Lessing, no menos se puede decir de Stéphane Hessel que con su libro “Indignaos” puso voz al desacato contra una crisis que por aquel entonces enmudecía a Europa. Comprometido con la justicia y la libertad, fue uno de los redactores de la Declaración Universal de los Derechos Humanos tras luchar contra los nazis y sobrevivir a varios campos de concentración.

En el 2013 también se despidió lvaro Mutis, el poeta de la exuberancia, lo torrencial, la vegetación sensual y feraz, que dejó para la posteridad el enigmático personaje de Maqroll el Gaviero, al que consideró su “alter ego”. Nacido en Colombia, en su vida estuvo presente el exilio y la cárcel cuando sufrió la persecución de la dictadura de Rojas Pinilla.

Y el mundo literario volvió a estar de luto con la pérdida de otro premio Nobel, Seamus Heaney. Considerado el alma lírica de Irlanda, este poeta retrató en libros como “North” la guerra de resistencia católica por la ocupación británica de aquella Irlanda del Norte que le vio nacer y que le inspiraba versos cargados de naturaleza en los que recuperaba la vida rural en la que creció.

Exilio invernal, pero en este caso voluntario, es el que tuvo el escritor Tom Sharpe, que se trasladaba cada año al idílico Llafranc de la Costa Brava catalana huyendo del frío de Reino Unido. Conocido allí como el británico del g isqui y el puro, Sharpe era un amante de la buena vida y mantenía ese humor ácido e irreverente que tanto reconocimiento le sirvió en su obra “Wilt” .

Considerado por muchos la última leyenda de la “chanson francesa” , el cantautor galo de origen griego Georges Moustaki también se despidió en 2013, un librepensador que quiso cambiar el mundo en aquel mayo francés de 1968 al que le puso sinfonía con “Métque” . Un espíritu errante, un viajero incansable que tenía alma de vagabundo.

También se apagó el jazz del cubano Bebo Valdés, una música que permaneció en el mutismo tras el inicio de su exilio a Suecia en 1960 y que no volvió a cobrar vida hasta más de 30 años después cuando llegó acompañada de flamenco o como banda sonora del cine de Fernando Trueba, al que le imprimía su particular ritmo al piano.

Los 94 a los que murió Valdés contrastan con la repentina muerte de James Gandolfini, que se marchó inesperadamente a los 51 años. Protagonista de la serie “Los Soprano” , su oronda figura y su mirada triste catapultaron a un actor que siempre quiso alejarse del glamour y que irónicamente falleció en Sicilia, cuna de la mafia, donde recibía un homenaje en un festival de cine.

El séptimo arte también lamentó la muerte del director Nagisa Oshima, uno de los nombres más representativos de la “nueva ola” de cine nipón, mientras en Francia se despedía a uno de los directores más versátiles, Patrice Chéreau, cuya carrera fue más allá de lo audiovisual y también alcanzó la ópera y el teatro.

El escultor británico Anthony Caro, el novelista estadounidense óscar Hijuelos y el crítico literario alemán Marcel Reich-Ranicki son otros de los que se marcharon a lo largo del 2013 en loor de multitudes.

Otros se despidieron sin acaparar titulares, ni merecer un obituario. Olvidados en la despedida habrá quien obtenga el reconocimiento después de la muerte.