¿Cómo ha sentido la gira Canciones para una crisis?
Está siendo muy gozosa. El plan era ir a lugares donde no habíamos ido nunca, o bien, volver a lugares donde hacía mucho tiempo que no volvíamos, como es el caso de Guatemala.
¿Cómo ve al joven Sabina y cómo es ahora?
Aquel era un loco, un loco muy disperso —ríe—. Ahora está un poco más tranquilo.
¿Aún piensa que se convirtió en cantante por causalidad?
Sí, fue por azares de la vida. Mi plan, mi hoja de ruta no era en absoluto cantar, sino ser un anónimo profesor de literatura. Se me cruzó el exilio, una guitarra, y el pensamiento que era mejor tocar en bares de Londres que lavar platos. Entonces se fue haciendo algo raro que más que un oficio es una pasión.
¿Fue premeditado hacer una música tan polifacética?
Nunca fui unidimensional. Si estoy en México me apasiona el mariachi. Si estoy en Perú busco los discos de Chabuca Granda. Si estoy en Londres oigo jazz y rock and roll. Nunca me pareció que había que limitarse porque los sonidos están ahí para usarlos, disfrutarlos y compartirlos.
¿Qué inspira a Sabina de las musas?
Hay una canción que dice: “Y yo que nunca tuve más religión que un cuerpo de mujer” (Medias negras); este mundo es diferente, misterioso, mágico, pero creo que es la razón de la vida. Las canciones de amor son las más compartidas, pero para mí son las de desamor.
¿Hay alguna etapa de su vida que aún siga influyendo en las líricas?
Fue muy importante llegar a Londres con 20 años, y de ser un niño provinciano andaluz sumergirme a un mundo que vivía la resaca de los Beatles y los Rolling Stones. Luego fue importantísimo cruzar el charco y llegar a Latinoamérica y empaparme de cada país donde se habla mi lengua de un modo diferente.
En el documental El símbolo y el cuate, junto a Serrat, se dice que habla mucho del amor a Latinoamérica. ¿Es eso cierto?
El amor viene de un sentimiento mítico de los libros que había leído, de las cosas que había oído, de las viejas historias de los cantantes que viajaban a América y volvían a España para contarlas. Luego fue una experiencia vital, que me enriqueció de mil maneras.
¿Qué figuras latinoamericanas han influido en su música?
Le debo mucho a determinados tangos, sobre todo a los de Discépolo, pero también he tenido gran influencia de José Alfredo Jíménez.
¿Cómo es hacer poesía hecha canción?
Quisiera saber cómo se hace; no tengo una fórmula. Paso por épocas de mucha sequía creadora. Las musas son unas hijas de p… que se van siempre con otro y yo ando rascándoles para que vengan y me socorran. Y de vez en cuando lo hacen.
¿Qué recuerda da aquella visita a Guatemala en 1993?
Es una memoria borrosa pero mágica. Es como un realismo mágico, como si fuera un sueño que no hubiera sucedido; por eso ahora quiero volver a ver si fue verdad.
Vida
Joaquín Ramón Martínez Sabina nació en Úbeda, Jaén, el 12 de febrero de 1949.
Entre sus discos están: Inventario, Juez y parte, El hombre del traje gris, Física y química, 19 días y 500 noches, Dímelo en la calle y Vinagre y rosas.
Algunos de sus temas: ¿Quién me ha robado el mes de abril?, Y sin embargo, Princesa, Contigo, Y nos dieron las diez y A la orilla de la chimenea.
Ha cantado junto a Chavela Vargas, Fito Páez, Joan Manuel Serrat, Ana Belén, Andrés Calamaro, Pau Dones, Raphael y Rocío Durcal.
Para ganar un pase para ir al concierto, enviar sus datos a espectaculosdepl@gmail.com (sin guiones).