Escenario

Un rap contra los prejuicios entre judíos y árabes: “Ninguno de los dos tiene otro país”

Un músico judío israelí y un árabe israelí grabaron juntos un rap en el que ponen en evidencia los prejuicios vigentes en Israel e intentan "mostrarle al otro cómo son las cosas".

Rap contra los prejuicios: "Ninguno de los dos tiene otro país"

Uriya Rosenman (izq.) y Sameh Zakout, el primero músico judío israelí y el otro árabe israelí. Los dos artistas grabaron juntos un rap en el que ponen en evidencia los prejuicios vigentes en Israel entre judíos y árabes. Foto: Eva-Maria Krafczyk/dpa

“Let’s talk straight” (Hablemos claro) es el título del exitoso tema que interpretan en conjunto Uriya Rosenman y Sameh Zakout, en el que rapean contra el racismo mientras repasan los prejuicios existentes entre israelíes y palestinos y aspiran a que en realidad se produzca un cambio.

Abordando acusaciones, estereotipos y prejuicios en esta canción, el israelí Rosenman, residente en Tel Aviv, y el árabe-israelí “Saz” Sakout, procedente de Ramla, lograron un amplio eco con este hit en las redes sociales.

Con los anteojos de sol enganchados en el cabello, el joven de musculosa oscura con inscripción en hebreo gesticula en dirección a su interlocutor. “Donde hay árabes, también hay ataques terroristas”, profiere, a la vez que asegura: “No soy un racista, mi jardinero es árabe”.

La diatriba se prolonga durante tres minutos, mientras el hombre de la camiseta blanca parece escuchar estoicamente, hasta que resuenan las palabras: “Ustedes los árabes son enemigos para mí. Compartimos esta tierra, pero el odio nunca se termina”.

Pero también el hombre que permanecía callado tiene algo para replicar. “Hablemos claro. Ustedes los judíos se olvidaron qué significa pertenecer a la minoría”. Y asegura que es un ciudadano de segunda, que es contemplado como un enemigo y un potencial riesgo a la seguridad.

“Jamás me olvido de quién soy. No respaldo el terrorismo, estoy en contra de la violencia, pero con 70 años de ocupación (de los territorios palestinos) por supuesto que hay resistencia”, argumenta.

Solamente en YouTube, la canción logró casi 140.000 clics y mucha aprobación. Y al final del intercambio sucesivo de acusaciones entre ambas partes, aparece la cordura: “Ninguno de los dos tiene otro país. Ahí es donde comienza el cambio”.

La canción fue difundida solamente unos días después del final de los ataques mutuos con cohetes entre Gaza e Israel en mayo pasado. Poco antes, turbas de judíos y de israelíes árabes habían atacado con violencia respectivamente a la otra parte, en episodios que dejaron muertos y heridos. Por lo tanto, con su tema musical ambos artistas fueron a dar en un punto sensible.

Rosenman refiere en Tel Aviv que los antecedentes de la disputa van mucho más allá del conflicto más reciente. Cuenta que cuando, hace unos años, escuchó la canción de Joyner Lucas “I’m not a racist”, fue como “un golpe en el estómago”.

Y señala que quiso hacer algo similar al rapero estadounidense en relación a Israel, porque asegura que no existe ninguna grieta más profunda en el país como la que separa a judíos y árabes.

Rap contra los prejuicios: "Ninguno de los dos tiene otro país"
Graffiti contra la violencia entre judíos y árabes escrito en un muro de Tel Aviv en hebreo, árabe e inglés. Dos raperos, uno judío, el otro árabe israelí, trataron los prejuicios mutuos en un tema que se volvió viral. Foto: Eva-Maria Krafczyk/dpa

La población árabe israelí representa una quinta parte de la población israelí total, de 9,4 millones de habitantes. La ocupación de los territorios palestinos es un asunto sensible, al igual que la sensación de muchos árabes-israelíes de ser ciudadanos de segunda.

Y, por el contrario, muchos judíos israelíes se preguntan, tal como tematiza la canción, si en vista de los atentados terroristas que tuvieron lugar en el pasado realmente pueden confiar en sus conciudadanos árabes.

Rosenman, de 31 años, quien procede en realidad del ámbito educativo, trabajó durante dos años en la canción. También para él fue una confrontación con la visión del mundo y de la sociedad israelí con la que había crecido.

“Vengo de una familia muy sionista, mi abuelo era comandante de los paracaidistas”, explica. Prácticamente no tuvo contacto con los árabes antes de alistarse en el Ejército: “Nunca conocí el lado palestino de la historia”.

Por lo tanto, Rosenman afirma que tenía claro que la canción solamente podía ser auténtica junto a una contraparte árabe. Y un conocido lo puso en contacto con el cantante y actor Sameh Zakout, de 37 años.

Inicialmente Zakout manifestó desconfianza, porque temía terminar siendo utilizado por Rosenman, y las discusiones se extendieron durante dos o tres meses. “Tanto tiempo llevó construir confianza”, señala. Y finalmente no solo la lograron, sino que incluso forjaron una amistad.

Una de las palabras clave de la canción es “change”, cambio. El odio y el racismo, según indica el mensaje final, no es el futuro. “Estamos en el año 2021, tenemos que movernos hacia adelante”, dice Zakout. “Tenemos que apartarnos de la ignorancia”, admite Rosenman. “Lo que cuenta no son las guerras del pasado, sino el futuro que algún día tendrán nuestros hijos”.

Zakout opina que es importante mostrarle al otro cómo son las cosas. Y se queja de la falta de simetría en la relación entre israelíes y palestinos.

“En todas partes del mundo las minorías saben más sobre la mayoría que al revés”, dice el músico. “Aprendí hebreo desde que tengo seis años, conozco la historia del Holocausto de aprenderla en la escuela”, agrega.

Pero la cooperación entre ambos no llegó a su fin con este tema de rap. Porque van a escuelas y visitan grupos árabes y judíos. “Intentamos sembrar un poco de dudas y generar una actitud abierta”, indica Rosenman.

Y aclara que tampoco es que ellos tengan soluciones para el conflicto en Cercano Oriente, aunque sí que esperan estar al comienzo de un nuevo movimiento social.

Rosenman afirma que ver la perspectiva del otro ya puede ser un principio. Al final del video, ambos hombres están sentados en silencio uno frente al otro y comparten pan de pita y humus. Y, en la vida real, Uriya Rosenman intenta superar otro silencio: está estudiando árabe.

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