Prosiguió sus estudios con Pedro Vissoni, Vicente Andrino, Lorenzo Morales y Emilio Dressner. Su instrumento fue el cornetín, con el que logró una ejecución fantástica y del cual engendraba un sonido maravilloso, lo que inspiró a Dressner a escribir algunas piezas para ese instrumento, como Los amores de una corneta.
Fue durante mucho tiempo integrante de la Banda Marcial de Guatemala (1892-1897), de la cual eventualmente llegó a ser director titular; dirigió temporadas de zarzuela (1904-1906); fue titular de la Banda de Antigua Guatemala; y durante los últimos años de su vida fue director del Conservatorio Nacional (1907-1910).
Sus composiciones, principalmente piezas de salón para piano y algunas para banda, se caracterizan por una peculiar vitalidad y un encanto melódico.
Entre sus obras figuran Desdén —canción a dúo—, Libre pensamiento —marcha—, Dime que me amas —vals lento—, Crisantemo —gavota—, Mi bella Guatemala —mazurca cuya popularidad no ha disminuido a través de las décadas— y La flor del café—vals, 1907—, dedicado al poeta Manuel Valle. Esta última fue premiada en Alemania y de ella apareció a mediados del siglo XX una versión titulada Pájaro cautivo, de un compositor mexicano, lo que originó reclamos que llevaron a retirar del mercado esta última grabación.
PROMOTOR CULTURAL
Germán Alcántara dio impulso al arte dramático.
En 1900 trajo de México a la compañía dramática de Matilde de la Rosa y de José Sánchez, la cual representó en el Teatro Colón diversas obras, en especial Tierra baja, del dramaturgo catalán Angel Guimerá, en la versión en castellano de José de Echegaray (1832-1916).
El año siguiente trajo a la compañía española de Francisco de Benavides, que ofreció un repertorio centrado en obras de Echegaray y de Benito Pérez Galdós. De estas escenificaciones se destacaron El loco dios y Electra.