Escenario

El Yacente de los franciscanos

En el altar central de la capilla izquierda, en la entrada del templo de San Francisco, en la 13 calle, zona 1, se encuentra una imagen del Señor Sepultado, que por primera vez en décadas efectuará un recorrido procesional largo en Viernes Santo, a partir de las 16.45 organizado por la llamada Cofradía de la Vera Cruz.

Yacente de la Escuela de Cristo

Yacente de la Escuela de Cristo

La escultura del yacente, recientemente restaurada, data de finales del siglo XVII, es decir, del período barroco, y se desconoce quién fue el autor.

Dentro de sus características, propias del barroco, figuran los goznes en el cuello, los brazos, las caderas y la rodilla derecha, los cuales están recubiertos con cuero, una técnica que la convierte en una pieza única en su género.

Tales articulaciones permiten que la imagen sea colocada como un crucificado y posteriormente bajado de la cruz, para emprender el cortejo fúnebre.

Algo de historia

En 1595, y para evitar roces entre dominicos y franciscanos, la Iglesia Católica ordena que los oficios de crucifixión, el Sermón de las Siete Palabras y el descendimiento le correspondan a los franciscanos, quienes efectuaban procesiones del yacente solo en el atrio del templo.

A los dominicos les concedió la procesión por las calles, en las cuales participaba el Cabildo y el clero.

La imagen del yacente de San Francisco fue consagrada el 25 de noviembre del 2007, y este Viernes Santo será llevada en procesión durante siete horas de recorrido, para la cual aún hay venta de turnos a la entrada de la iglesia.

Esculturas similares

Otros yacentes barrocos, como el Cristo de la Penitencia, de La Recolección, el de Santo Domingo y el del Calvario, solo tienen movimiento en los hombros, mediante bolillos de madera.

Un detalle especial es del yacente de la Escuela de Cristo, Antigua Guatemala, que tiene movimiento en el cuello. El Viernes Santo, a las 15 horas, un miembro de la hermandad golpea la cruz donde está colocada la imagen, para que se incline la cabeza, a fin de recordar el momento de la muerte de Cristo: un instante impresionante.

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