“Él siempre compraba cohetes y estrellitas, los cuales quemaba en Navidad, a las 12, con los niños. Le daban las 3 de la mañana jugando con ellos, pero ahora más bien se ponen a llorar y a recordar lo que hacían cuando él estaba”, narró.
Niños afectados
La familia de María Olivia Cusanero de Estrada, de 32 años, del caserío El Sauce, Xejuyú, quien vendía quesos en el mercado de Chimaltenango, vive un drama. Sus hijos José Danilo, 8, y Claudia Elizabeth, 9, la recuerdan a diario, sobre todo el 17 de diciembre recién pasado, cuando habría cumplido 33 años.
“El día del cumpleaños de mi cuñada los niños se levantaron llorando, pero como ya están grandes no se les puede mentir. No quieren saber nada de la Navidad; se les dijo que hiciéramos el arbolito, pero no quisieron. Ellos se despiertan llorando y no podemos hacer nada, más que abrazarlos y pedirle a Dios para que nos ayude a darles consuelo”, indicó Silvia Estrada Yucuté.
María Magdalena Yucuté Hernández, pareja de Juan Catarino Ajú Boc, 23, explicó que sus hijos Éricka Maribel, 5, y Cristian Marcelino, 2, no dejan de preguntar cuándo regresará su papá. A veces no sabe qué hacer para consolarlos.
Aquel 9 de septiembre, él viajaba a la capital a cumplir su primer día de trabajo. “El año pasado no tenía empleo y se sentía triste por no tener dinero para comprar lo necesario para estas fechas, pero por la ilusión de la Navidad de los niños, juntamos algo para hacer unos tamales, hicimos nuestro nacimiento, estuvimos solos con nuestros hijos, pero unidos”, comentó la viuda.
“No quisiera hacer nada para esta Navidad, ya que solo me trae tristeza, pero mi hija de 5 años me dice que hagamos el nacimiento y eso me motiva a seguir adelante”, agregó.
Ya no es el mismo
Entre los sobrevivientes, uno de los casos conmovedores es el de William Salomé Perén Us, 36, de la aldea Barituc del Centro, quien debido al golpe que recibió en la cabeza en el accidente, pasó 15 días en coma en el intensivo del Hospital Roosevelt.
Su esposa, Emiliana Tuy Hernández, dijo que el calvario no ha terminado, pues aunque regresó a su casa, ya no es el mismo porque quedó con trastornos de conducta. “Lo más triste es que ni las autoridades de Gobierno ni la aseguradora nos han ayudado. Me duele ver llorar a mis hijos por la forma en que quedó su papá”, lamentó Tuy.
La aseguradora le pide un informe, pero en el hospital solo le dicen que no pueden decirle si él va a quedar así permanentemente. “Él no quedó bien de su mente, ya que habla cosas que no son y además está muy agresivo, por lo que mis cuatro hijos le tienen miedo. Las navidades las habíamos pasado bien, no con dinero, pero sí con salud”, afirmó.
“No tengo para tamales ni para comprarle algo a los niños. Mi hijo mayor me dice: ‘Mamá, qué Navidad más pura lata la que vamos a pasar’, y llorando le respondo que solo nos queda pedirle a Dios porque su papá se recupere”, señaló Tuy.
Esperanzado
Fractura le impide trabajar
Para el guardia de seguridad privada Abel Augusto Ajú, de 28 años, quien reside en el caserío Santo Domingo, Xejuyú, los últimos meses han sido muy difíciles.
Milagrosamente sobrevivió al percance, pero sufrió fractura múltiple en la pierna derecha, por lo que ha tenido que someterse a varios exámenes y cirugías, en el Hospital Roosevelt.
Ajú no se queja: “Estoy feliz de haber quedado vivo para contarlo. Estoy sufriendo dolores e incomodidades, sobre todo por el inmovilizador, pero gracias a Dios estoy con mis tres hijos y esposa”.
Desea recuperarse y volver a trabajar. Gracias a la bondad de algunas personas y al esfuerzo de su pareja han comprado algo para la Navidad: “Para que mis hijos la pasen bien, ya que la felicidad de ellos es lo más importante para mí”.
Ajú también sabe del dolor que viven otras familias del municipio. “Lamento los casos de las familias que perdieron a sus seres queridos, ya que no será igual sin la presencia de ellos. Dios me ha dado una oportunidad más y la voy a aprovechar”, aseguró.
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Personas murieron en el accidente del 9 de septiembre