Rampante criminalidad, luchas entre narcotraficantes, miles de refugiados haitianos y cubanos, entre estos últimos delincuentes llegados durante el éxodo del Mariel, revueltas raciales: Miami era tierra de nadie cuando la serie se estrenó el 28 de septiembre de 1984.
Titulares como “Wall Street de la droga” o “Paraíso perdido” se leían en la prensa nacional sobre Miami, donde hacían vida centenares de capos que inyectaban más recursos a la economía local que el turismo.
Tráiler de la serie Miami Vice del año 1984. (Video Prensa Libre: YOUTUBE)
Aparecieron entonces los detectives encubiertos Sonny Crockett (Don Johnson) y Rico Tubbs (Philip Michael Thomas), uno blanco y otro negro, bajo las órdenes del hispano teniente Castillo (Edward James Olmos), vistiendo ropa de marca al volante de autos deportivos y lanchas rápidas, en su lucha contra ostentosos capos de la droga en una ciudad de excesos.
Una Miami posible
“En resumen, lo que hizo Miami Vice fue crear a través de los ojos del director una Miami que era posible y que la mayoría de la gente ni imaginaba“, indicó Beth Dunlop, crítica de arquitectura y autora de libros sobre la ciudad.
El más beneficiado fue el barrio Art Decó de Miami Beach, que reúne centenares de construcciones de ese estilo arquitectónico, para entonces llamado “el cuarto de espera de Dios”, con decrépitos edificios habitados por jubilados judíos y criminales.
Los creadores de Miami Vice, que salió al aire en Estados Unidos hasta 1989, aprovecharon una incipiente campaña por recuperar la zona, que había ganado tracción con una visita de Andy Warhol, y el hecho de que algunos edificios comenzaban a ser pintados de colores pasteles.
“Michael Mann –el productor- y su equipo pudieron capitalizar aquello de una manera que hizo que Miami se viera extremadamente bella y glamurosa”, estima Dunlop.
Miami Vice, merecedora de varios premios Emmy y Golden Globe, fue más allá y “abrió el lente para mostrar algo del deterioro, del crimen, y, quién lo iba a decir, resultó ser muy atractivo”, dice Corben.