Vida

La tortuga andariega

Un cuento sobre la perseverancia en el que una tortuga ayuda a entender cómo poner en práctica este valor.

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“Yo amo a Adriana, mi tortuga; es bella, andariega y graciosa. Más que una mascota, es mi amiga. Se puede decir que somos inseparables y su bello nombre de origen latino significa: nacida en la ciudad del mar.

Tenemos por costumbre salir a pasear para hacer ejercicio y para disfrutar del aire puro de la periferia de la ciudad. El viernes pasado, aprovechando que la circulación de vehículos se había interrumpido, la saqué a la calle y le quité la correa para que se sintiera en completa libertad y disfrutara más de su caminata.

Me quedé en la puerta de la casa mientras ella, segura de si misma, cruzó la acera, descendió y tomó el carril central, y empezó a avanzar; de vez en cuando me volvía a ver, como tratando de comprobar que gozaba de mi confianza y se fue alejando.

Avanzaba a su habitual velocidad, tranquila y confiada. Cuando de nuevo empezó a circular el tránsito, tuve que correr en su auxilio. Mi trabajo consistió en prevenir a los pilotos, para que tuvieran cuidado con mi querido quelonio; para que no la fueran a atropellar y todos los conductores, comprensivos y al mismo tiempo divertidos, disminuyeron velocidad y la esquivaron con gentileza. Así pasamos largo tiempo, ella ganando terreno y yo sirviéndole de ángel guardián.  
 
Conforme avanzaba, centímetro a centímetro, los curiosos empezaron a aglomerarse y a escoltarnos en ese peregrinaje. Después de algún tiempo, cuando la andarina por fin llegó a la meta que se había fijado, la multitud estalló en aplausos. Había recorrido doscientos metros, y se sentía exhausta; con su lengüita de fuera asesaba por el esfuerzo efectuado, pero exhibía una gloriosa sonrisa de satisfacción.

A Adriana se le veía realizada y vivió con toda intensidad sus 15 minutos de gloria.  En esa oportunidad, no impuso ninguna marca y no se le podía exigir más, pero regresó a la casa en hombros de sus admiradores.

Ya habrá tiempo para que entrene y quién sabe si el día de mañana pueda participar en competencias de su categoría y hasta conquistar la codiciada medalla que la acredita como campeona olímpica. Después de todo, no será la primera tortuga que haga historia, ganando una competencia”.  Con dedicación y perseverancia todo es posible.

Se conoce como perseverancia a aquel valor del que disponen algunos seres humanos en su actuar y que implica la constancia, la firmeza y la tesón en la consecución de algo.

Por Vicente Antonio Vásquez Bonilla

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