La investigación ha sido hecha con ratones, pero el círculo vicioso de “rasca y pica” tiene lugar también entre los humanos. Esta investigación, precisamente, ofrece nuevas vías para romper ese molesto círculo, algo especialmente útil para las personas que padecen de picores crónicos.
Según Zhou-Feng Chen, director de la investigación, esa sensación de dolor al rascarse puede interferir, y temporalmente superar, a la del picor mismo, haciendo que las células nerviosas de la médula espinal transmitan al cerebro señales de dolor, y no de picor, según el sitio abc.es
“El problema es que cuando el cerebro recibe estas señales de dolor, responde a ellas produciendo serotonina, un neurotransmisor que ayuda, precisamente, a controlar el dolor. Pero a medida que la serotonina se extiende desde el cerebro a la médula espinal, nos hemos dado cuenta de que puede ‘saltar de pista’ y moverse desde las neuronas detectoras del dolor a las células nerviosas que regulan la intensidad del picor“, dice Chen.
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Hace ya muchos años que los científicos descubrieron el papel de la serotonina en el control del dolor, pero esta es la primera vez que se ha establecido su relación, también, con los picores.
Sin embargo, cuando a los ratones modificados se les inyectó serotonina, empezaron a rascarse compulsivamente, la respuesta esperada a la sustancia que se les había suministrado antes, especialmente diseñada para producir picores.
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“Esto concuerda muy bien con la idea de que las señales del picor y del dolor se transmiten a traves de vías diferentes, pero estrechamente relacionadas. Rascarse puede aliviar el picor mediante la creación de dolores leves, pero cuando el cuerpo responde a esas señales de dolor, la picazón empeora“, afirma Chen.
Sin embargo, y a pesar de que la interrupción de la serotonina hizo que los ratones fueran menos sensibles al picor, Chen afirma que no resultaría práctico combatir los picores a base de reducir, o bloquear, la producción de serotonina en el organismo.
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