“Una de las razones por las que se hace difícil responder es porque nunca nos enseñaron a hacerlo, no contamos con la información adecuada, por vergüenza o por creer que al hablar de esto, damos ideas que adelantarán las prácticas sexuales”, dice la sexóloga Yosahandi Alcalá. Sin embargo, aunque no se haya tenido una formación de este tipo, los padres deben evitar sentirse avergonzados o ridículos, ya que con este comportamiento pueden insinuar que se trata de un tema tabú.
Obligación
Datos de la Organización Panamericana de la Salud revelan que el 18 por ciento de todos los nacimientos en América Latina ocurren en adolescentes entre 15 a 19 años. En Guatemala, 19 por ciento de los partos corresponden a adolescentes, entre 10 y 19 años, lo cual hace ver que se necesita orientación adecuada, tanto en el hogar como en el colegio.
“Los papás son los mejores formadores y no deben confiar esta educación a nadie más”, exhorta la psicoterapeuta Elena Viau. Al momento en que un infante cuestiona por qué su cuerpo es de determinada forma, o por qué los niños son diferentes de las niñas, no se debe mentir ni inventar una respuesta.
Asertividad
Una de las mejores formas de hablar de sexualidad con los hijos es que desde pequeños se nombre con los términos correctos las partes del ser humano, sobre todo las áreas genitales.
La otra fase es en la pubertad. Los padres deberán explicarles qué pasa en el cuerpo y los cambios físicos y emocionales que se presentarán. Si en la niñez fomentaron la confianza de hablar y escuchar, esta tarea no debe ser complicada.
Los adolescentes se sentirán atraídos por el sexo opuesto. Es en ese momento que se debe conversar sobre las relaciones sexuales, el uso correcto de los preservativos y la explicación del ciclo menstrual. Asimismo, ante un mundo en donde el uso de internet brinda todo tipo de información, también se les debe orientar sobre el uso correcto de las páginas y los riesgos que conllevan los contenidos que alimentan el morbo o dañan la percepción sobre los temas sexuales.
“Una deficiente formación en la sexualidad puede provocar enfermedades, embarazos no deseados y graves desajustes en la afectividad de la persona”, expone Viau.