
A algunas personas les cuesta mucho tomar decisiones. Sopesan una y otra vez ventajas y desventajas y reflexionan sobre las posibles consecuencias. En el trabajo, esto consume tiempo y energía. Pero, ¿hay una manera de acelerar la toma de decisiones?
En un artículo para la revista Harvard Business Manager, la entrenadora de ejecutivos Melody Wilding aconseja dejar de lado el perfeccionismo y despedirse de la idea de que con una decisión se podrá hacer feliz a todo el mundo.
Según la experta, el llamado “test 10/10/10” puede ayudar a evaluar las consecuencias de una decisión de forma más racional.
El test consiste en imaginarse cómo se sentiría uno con una decisión determinada después de 10 semanas, 10 meses y 10 años de haberla tomado. De esta forma se evita darle demasiada importancia a algunas cosas.
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Por otra parte, hay decisiones de las que los empleados pueden liberarse. Wilding sugiere incorporar modos de proceder estandarizados para algunos problemas o delegar algunas decisiones.
En algunos casos también puede ser conveniente basarse en la intuición. Afirma que este proceso automático del cerebro es muchas veces más rápido y satisfactorio que pensar racionalmente en las cosas una y otra vez.
La entrenadora también recomienda establecer plazos artificiales para tomar una decisión. Esto se logra fijando una fecha u horario en los cuales la decisión debe estar tomada. Para reforzar esta opción y sentirse aún más obligado a tomar una decisión, se le puede pedir a otra persona que le requiera a uno una respuesta en la fecha convenida.