Los expertos aseguran que los volúmenes dañan las capas que recubren las células nerviosas que transmiten las señales de sonido al cerebro, específicamente la mielina. Estos pueden llegar a causar sordera temporal o permanente.
Los sonidos altos, de más de 110 decibelios, puede destruir este recubrimiento e interrumpir la llegada de la información al cerebro. Un reproductor musical alcanza entre los 85 y 90 decibelios.
Otra región que puede resultar dañada es el núcleo coclear dorsal, en donde se dan los impulsos eléctricos que transportan las neuronas desde el oído. Esto genera un trastorno llamado tinnitus, que es la sensación de un zumbido continuo en el oído.
Por esta razón, los científicos hacen un llamado a las personas a no abusar del volumen al utilizar los reproductores musicales, con el fin de prevenir daños que puedan ser irreversibles.