Diferentes tipos de mascarillas “bloquean el virus en grados diferentes, pero todos bloquean la entrada del virus”, dijo Monica Gandhi, especialista en enfermedades infecciosas de la Universidad de California en San Francisco. Si las partículas de virus superan estas barreras, dijo, la enfermedad podría ser más leve.
Gandhi y sus colegas formulan este argumento en un nuevo artículo que se publicará en el Journal of General Internal Medicine. A partir de experimentos con animales, y la observación de varios eventos sucedidos durante la pandemia, sostienen que las personas que usan cubrebocas absorberán menos partículas de coronavirus, lo que facilitará que sus sistemas inmunitarios puedan combatir intrusos.
Tsion Firew, médica de emergencias de la Universidad de Columbia que no participó en el proyecto, advirtió que los vínculos entre el uso de mascarillas y un grado más leve de la enfermedad aún no han sido demostrados como una relación de causa y efecto. Sin embargo, el nuevo documento “reitera lo que decimos sobre los cubrebocas”, dijo. “No es solo un acto desinteresado”.
También se han recabado algunos datos indirectos de las personas. Los investigadores han estimado tentativamente que alrededor del 40 por ciento de las infecciones por coronavirus no producen ningún síntoma. Pero cuando algunas personas usan mascarillas, la proporción de casos asintomáticos parece dispararse: en un brote en una planta procesadora de mariscos en Oregon superaron el 90 por ciento. El uso de protección facial no hace que las personas sean inmunes al contagio, pero estas tendencias de casos asintomáticos podrían sugerir que los cubrebocas logran que la enfermedad sea más leve, lo que podría reducir las hospitalizaciones y los fallecimientos.
Gandhi afirma que los datos de los cruceros, que reúnen a grupos numerosos de personas en lugares cerrados, resultan particularmente convincentes. La especialista asevera que más del 80 por ciento de los contagiados en el Diamond Princess, que en febrero se declaró en cuarentena en Japón, antes de que el uso de mascarillas se convirtiera en una práctica común, presentó síntomas. Pero en otro barco que salió de Argentina en marzo, y en el que a todos los pasajeros se les dieron mascarillas quirúrgicas después de que a alguien le dio fiebre, el nivel de casos sintomáticos fue inferior al 20 por ciento.
Algunos expertos independientes dicen que el documento es una buena actualización, debido a la idea generalizada de que usar cubrebocas es un acto mayormente altruista.
“Una gran deficiencia en los mensajes sobre el uso de cubrebocas ha sido decir que solo protege a los demás”, dijo Charles Haas, ingeniero ambiental y experto en evaluación de riesgos en la Universidad de Drexel. “Desde el principio, eso nunca tuvo sentido desde el punto de vista científico”.
También en otros entornos, desde hospitales hasta salones de belleza, las protecciones faciales podrían haber reducido las tasas de contagio general, y tal vez evitado brotes desastrosos. Además, países como Japón, Taiwán y Corea del Sur, donde los brotes detonaron rápidamente el uso generalizado de cubrebocas, lograron controlar la cantidad de hospitalizaciones y muertes relacionadas con el coronavirus desde el principio.
Incluso en Estados Unidos, la tendencia lenta pero ascendente en el uso de mascarillas ha coincidido con lo que parece ser una tasa de letalidad más modesta, en comparación con el aumento que ocurrió después de que el virus llegó a América del Norte. Es probable que estas tendencias también hayan sido alteradas por el aumento de pruebas, el descenso en la edad promedio de las personas que contraen el virus y las mejoras en los tratamientos. De cualquier forma, no perdemos nada con usar cubrebocas, dijo Gandhi.
Aunque aún no se ha comprobado la idea de que cubrirse el rostro puede minimizar la gravedad de la enfermedad, “tiene todo el sentido”, afirmó Linsey Marr, experta en transmisión de virus en Virginia Tech. “Es otro argumento a favor de usar mascarillas”.
Marr y otros investigadores aún están determinando exactamente cuántos virus entrantes o salientes bloquean los diferentes tipos de cubrebocas. Pero según una gran cantidad de pruebas pasadas y observaciones recientes, la cantidad que se filtra probablemente sea alta, quizás el 50 por ciento o más en el caso de los aerosoles más grandes que se esparcen en ambas direcciones, dijo Marr. Ciertos accesorios de protección, como los respiradores N95, funcionan mejor que otros, pero incluso los paños más holgados pueden eliminar algunas partículas virales.
Sin embargo, algunos expertos no están listos para aceptar todas las ideas sobre la protección bidireccional.
Lo que se describe en el documento de Gandhi “sigue siendo solo una teoría y requiere más investigación”, dijo Nancy Leung, epidemióloga de la Universidad de Hong Kong. Aunque hay evidencia contundente de que las mascarillas reducen la propagación del virus dentro de una población, es mucho más difícil precisar cómo las protecciones faciales influyen en los síntomas, dijo Leung, en parte “debido a la dificultad para realizar esos estudios”.
Gandhi reconoció estas limitaciones. Sin embargo, sin un fin previsible a la pandemia actual, afirmó que la necesidad de cubrebocas solo está creciendo, especialmente a medida que los investigadores continúan documentando la capacidad que tiene el virus para propagarse en silencio. Incluso las personas que no tienen síntomas pueden esparcir el virus en su entorno cuando estornudan, tosen, cantan, hablan o incluso respiran. Y aquellos que se enferman pueden ser más contagiosos en los días previos a la aparición de los primeros síntomas de la enfermedad.
Para frenar esta pandemia las personas deben actuar como si estuvieran infectadas, “incluso si te sientes bien”, dijo Gandhi.