Salud y Familia

Mi hijo tiene un amigo imaginario: ¿Me debo preocupar?

Según los expertos no hay que importunar al menor con este tema, pero si es él mismo quien habla del amigo, los padres pueden abrirse al diálogo.

Mi hijo tiene un amigo imaginario: ¿Me debo preocupar?

Los adultos no lo ven, pero muchos niños tienen un amigo imaginario, que los acompaña por cierto tiempo de su vida. (Foto Prensa Libre: Mascha Brichta/dpa)

Si un niño tiene un amigo imaginario, esto no debe quitarle el sueño a sus padres, porque eso de ninguna manera significa que padezca algún tipo de inconveniente. Incluso un experto en educación considera que esta figura invisible resulta importante.

Nadie puede ver al amigo imaginario, pero el pequeño está sentado con él en un cochecito, o bien a la mesa, o le prepara la mochila para el jardín de infancia.

“La mayoría de los niños tienen un amigo que vive tras los muros durante cierto tiempo, solamente en su imaginación. Pero muy pocos padres llegan a saberlo”, dice el consultor en educación y autor de libros sobre el tema Jan-Uwe Rogge.

El niño le cuenta muchas cosas a su amigo imaginario, ya sean anhelos, deseos o fantasías.

“Es alguien genial, simplemente porque siempre está y escucha. Eso lo hace mejor que un amigo verdadero”, así explica Rogge la popularidad de esta figura ficticia que brinda consuelo, protección y ayuda, y a la que el experto considera importante y necesaria.

Rogge busca proporcionar tranquilidad, indicando que los padres no deben intranquilizarse por eso, sea que estén o no al tanto del amigo invisible.

Y detalla que este compañero imaginario suele aparecer entre el tercer y el cuarto año de vida y luego vuelve a desaparecer, a más tardar en el primer año de escuela. A veces, aunque esto no es demasiado común, puede llegar a retornar durante la pubertad.

Según Rogge, frecuentemente este amigo de fantasía nace de una pantalla de cine o una película y salta a la vida del niño. No hay que importunar al menor con este tema, pero si es él mismo quien habla del amigo, los padres pueden abrirse al diálogo.

“Lo mejor es no descartarlo como una locura, sino hacer preguntas curiosas como ¿dónde vive tu amigo?, ¿cómo es? y ¿cuándo le gusta venir?”, aconseja Rogge.