Salud y Familia

Piense y evalúe antes de hablar o actuar

El padre llegó a la hora indicada a recoger a su hijo a la fiesta de cumpleaños de un amigo. La reunión estaba muy animada: los invitados bailaban, se había servido abundante cena y la mayoría brindaba.

Como suele suceder, el padre llamó varias veces al joven por teléfono antes de que contestara. “Hijo, estoy esperándote en frente del salón”. “Sí papá, gracias, estoy contigo en un momento”. A los 5 minutos el joven venía acompañado de dos amigos. “Papá, te presento a Willy y a Ronald, son compañeros de clase”. “Mucho gusto”. “Ellos ofrecen llevarme a casa más tarde. Te pido que me permitas quedarme un tiempo más. La verdad es que la fiesta está muy alegre…”. “Sí, don, yo llevo a su hijo hasta la puerta de su casa… No se preocupe”. El padre pidió a su hijo que se acercara a él y con serenidad comentó: “¿Te das cuenta de que tus compañeros han tomado más de la cuenta?” “Sólo un par de copas, ellos son así, bulliciosos”, dijo el joven, y agregó: “No pasará nada, papá. Así debes ir a descansar. No puedes desvelarte porque en unas horas tienes que ir a trabajar”. “Hijo, hay que ir a casa. Tú estuviste de acuerdo en que viniera por ti a esta hora. Es suficiente, ya compartiste con tus amigos, es hora de retirarnos. Debemos ser prudentes”. “Pero, papá, no me entiendes…”.

Asunto de valores

La prudencia se define como la capacidad de analizar y comprobar información antes de tomar una decisión, evaluando las consecuencias. La psicóloga Mónica Morales, especialista en gestión del talento humano, explica que esta “es una virtud que consiste en discernir lo bueno de lo malo, para seguirlo o dejarlo y prever los efectos que puedan producir nuestras acciones o palabras”.

La prudencia es una de las cuatro virtudes cardinales, junto a la justicia, la fortaleza y la templanza. Se forja en el diario vivir y es tan discreta que regularmente pasa inadvertida ante nuestros ojos.

Se dice que es una brújula que señala al norte , de modo que sirva de guía para tomar el camino correcto. Ayuda al ser humano a poner atención a la voz de su conciencia, no a las emociones del momento.

La practicamos cotidianamente; por ejemplo, cuando nos expresamos con lenguaje claro y apropiado, reflexionamos antes de comprar o hacer algo, cuando nos cuidamos de no emitir juicio de otras personas sin conocerlas, distinguir entre lo que necesitamos y lo que nos gustaría tener o no nos dejamos llevar por las apariencias ni la primera impresión.

A la prudencia se contrapone la imprudencia, muy “de moda” en nuestros días. No es raro encontrar personas que ponen en riesgo su propia existencia y la vida de los demás, los que conducen su vehículo a gran velocidad y en forma temeraria, o los que tienen animales peligrosos en su hogar o festejan con disparos al aire.

Cuando hay prudencia también hay tranquilidad, paciencia, respeto, templanza y esperanza. Dice un refrán: “La prudencia es la madre de todas las virtudes”.

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