Asunto de valores
La prudencia se define como la capacidad de analizar y comprobar información antes de tomar una decisión, evaluando las consecuencias. La psicóloga Mónica Morales, especialista en gestión del talento humano, explica que esta “es una virtud que consiste en discernir lo bueno de lo malo, para seguirlo o dejarlo y prever los efectos que puedan producir nuestras acciones o palabras”.
La prudencia es una de las cuatro virtudes cardinales, junto a la justicia, la fortaleza y la templanza. Se forja en el diario vivir y es tan discreta que regularmente pasa inadvertida ante nuestros ojos.
Se dice que es una brújula que señala al norte , de modo que sirva de guía para tomar el camino correcto. Ayuda al ser humano a poner atención a la voz de su conciencia, no a las emociones del momento.
La practicamos cotidianamente; por ejemplo, cuando nos expresamos con lenguaje claro y apropiado, reflexionamos antes de comprar o hacer algo, cuando nos cuidamos de no emitir juicio de otras personas sin conocerlas, distinguir entre lo que necesitamos y lo que nos gustaría tener o no nos dejamos llevar por las apariencias ni la primera impresión.
A la prudencia se contrapone la imprudencia, muy “de moda” en nuestros días. No es raro encontrar personas que ponen en riesgo su propia existencia y la vida de los demás, los que conducen su vehículo a gran velocidad y en forma temeraria, o los que tienen animales peligrosos en su hogar o festejan con disparos al aire.
Cuando hay prudencia también hay tranquilidad, paciencia, respeto, templanza y esperanza. Dice un refrán: “La prudencia es la madre de todas las virtudes”.