El riesgo para ellos es tan bajo que, de hecho, especialistas convocados recientemente por los Institutos Nacionales de Salud dicen que es hora que quitarle el nombre “cáncer” a esos pequeños tumores inactivos.
Mientras tanto, el panel quiere que se ofrezca a más de esos pacientes la opción de aplazar tratamiento hasta que exámenes regulares muestren que realmente lo necesitan. Ese respaldo va a fortalecer gestiones de la Fundación de Cáncer de la Próstata y otros grupos para promover el enfoque entre los pacientes.
El caso de Shoemaker muestra lo difícil que puede resultar, por factores desde médicos que ni siquiera lo mencionan hasta el lógico miedo.
“Con el cáncer de la próstata, cuando el paciente escucha la palabra ‘cáncer’, se asusta” , dijo Shoemaker, de 69 años, que estaba determinado a examinar todas las opciones.
Cinco años después de que se le diagnosticase el cáncer — y cinco biopsias, numerosos análisis de sangre y ultrasonidos más tarde — Shoemaker está feliz de haber encontrado a un cirujano que estaba contra tratamiento inmediato. Está confiado de que su tumor no ha crecido y se evitó el dolor y los efectos secundarios de una cirugía o radiaciones.
Unos 240 mil hombres estadounidenses reciben cada año un diagnóstico de cáncer prostático. A inicios de este mes, el panel formado por los Institutos de Salud concluyó que la mayoría de ellos tienen la variante de poco riesgo, un legado de usar controversiales análisis sanguíneos para detectar el antígeno prostático específico (PSA) por posibles indicios de ese cáncer que va a afectar a la mayoría de los hombres si viven hasta edad avanzada.
Sin embargo, 90 por ciento de esos pacientes optan por tratamiento inmediato, como cirugía o radiación, arriesgando con ello efectos secundarios como impotencia o incontinencia, sin evidencia alguna de que van a vivir más como resultado. Un estudio reciente siguió durante 10 años a 731 hombres a los que se le diagnosticó cáncer prostático en etapa temprana y no encontró diferencias en la tasa de supervivencia entra aquellos que se sometieron a cirugía y los que no fueron tratados a menos que desarrollasen síntomas de cáncer, una opción más vieja conocida como espera vigilante.
La nueva opción propuesta, llamada vigilancia activa, es mucho más dinámica — los pacientes se someten regularmente a exámenes con ultrasonido, análisis de sangre y biopsias. Está diseñada para monitorear a os pacientes estrechamente para poder iniciar tratamiento de inmediato si lo necesitan.