Situación difícil
Este es el caso: “Soy una ama de casa con una licenciatura, pero sin ninguna experiencia laboral porque mi esposo nunca me dejó trabajar. El problema es que hace algún tiempo venía soportando su carácter; me ignoraba, con desprecios, sin comunicación y siempre poniendo una barrera, encerrada en la casa y sin diversión alguna. El colmo fue cuando ya ni permitía que me le acercara. Estábamos conviviendo como dos hermanos.
Cuando lo encaré no me contestó. Le pregunté si era porque la relación matrimonial de 30 años había terminado. No dijo nada. Yo ya no podía seguir así y le dije que me dejara sola con mis hijos. Simplemente se fue y no lo pensó dos veces. Mi hijo mayor consiguió trabajo y los otros dependen de él. Ahora yo busco y necesito la dirección de un grupo de mujeres que estén atravesando la misma situación, para recibir terapia.
Me pregunto qué error tan grande cometí, qué hice para merecer esto. No sé cómo va a responder él económicamente, si buscar un acuerdo o un apoyo legal”.
Para responder a esta esposa, sufriendo una situación tan difícil, que muchas mujeres también la están sufriendo, empiezo parafraseando a una valiente mujer que se dijo a sí misma: Tú no puedes permitir que tu situación te bote. ¡Tienes a Dios!
Cierto, en estos casos lo que más duele es la indiferencia y la incapacidad de un hombre, profesional y padre de familia, que no pueda expresar qué le molesta. Creo que no son hombres formados para enfrentar un problema, sino lo que hacen es evadir, no hablar, construir paredes, aislarse y dejar a la esposa fuera de sus vidas, creyendo equivocadamente que así termina el problema.
En muchos casos, esos esposos también han empezado fuera una relación amorosa. Esa frialdad, esa inmadurez y facilidad para dejar el hogar después de tantos años; para dejar a sus hijos, para ni siquiera luchar por su hogar. Creo que se debe a que han encontrado un amor por otro lado y han sido muy tácticos para ocultarlo, y tal vez por muchos años. En otros casos, es tanta la apatía que ni siquiera tienen fuerza para decir “no me voy de mi casa”.
Mi impresión es que todo depende de la personalidad del esposo y de su madurez, de la formación que trae de su hogar. Por otro lado, el tiempo que la mujer aguanta aislada, detrás de esos muros, halando sola su matrimonio, es tan desgastante que puede destruirla. La recuperación no es fácil y por si fuera poco se acarrea un sentimiento de culpa por haber destruido su hogar, aunque todos le digan que no fue su culpa. Duele ver sufrir a los hijos por culpa de un mal matrimonio que no se supo manejar. Cualquier sacrificio vale la pena por los hijos, aún viviendo en un hogar disfuncional.
Primero, hay que buscar ayuda psicológica y espiritual. Segundo, no le queda más recurso que trabajar en lo que venga; y tercero, asegurar el respaldo económico para sus hijos, que el padre está obligado a darles.
rina.montalvo@gmail.com