En su estado óptimo, los riñones son grandes trabajadores del cuerpo. Filtran cerca de media taza de sangre por minuto y al final del día han limpiado unos 180 litros, además de eliminar los desechos y el agua en exceso, que se convierte en orina.
Cuando estos órganos no funcionan bien se pueden desarrollar infecciones, lesiones renales agudas, síndrome nefrótico, cálculos, e incluso cáncer. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), la enfermedad renal afecta en algún grado a uno de cada 10 adultos.
Ckrishish Méndez, nefrólogo de la Unidad Nacional de Atención al Enfermo Renal Crónico (Unaerc), explica que la enfermedad renal se convierte en un proceso difícil no solo para los pacientes, sino para sus familias. Actualmente esa entidad atiende a casi seis mil personas en programas de sustitución de la función renal.
Ya que esta es una enfermedad silenciosa, lo recomendable es practicarse dos veces al año exámenes para verificar el estado de la función renal, sugiere Ana Margarita Wyss, promotora de
Divulgación y Educación en Salud de Unaerc.
Además recomienda practicarse exámenes de sangre, para conocer los niveles de creatinina y uno de orina completo para detectar presencia de proteína, además de controlar la presión arterial y la glucosa en sangre. Esto es esencial, porque los números aumentados podrían causar daño renal a mediano o largo plazo.
Prevención
La endocrinóloga Éricka Rosales advierte de que la obesidad es la raíz de problemas como hipertensión, diabetes, hígado graso y enfermedad renal, por mencionar algunos.
La Sociedad Española de Nefrología señala que la obesidad conlleva varios problemas metabólicos complejos que afectan a los riñones.
Según cifras de Novo Nordisk, el 71 por ciento de los adultos en Guatemala presentan sobrepeso y obesidad.
El hecho de que la mayoría de individuos con obesidad nunca desarrollen enfermedad renal crónica y que se clasifique hasta un 25 por ciento de la población obesa como “metabólicamente saludable”, significa que el aumento de peso por sí solo no causa daño, pero sí está asociado a condiciones de diabetes mellitus e hipertensión.
Existen también efectos de la propia adiposidad que pueden impactar directamente sobre los riñones.
En los pacientes diabéticos con sobrepeso o con obesidad, una intervención en el estilo de vida que incluya restricción calórica y aumento de la actividad física reduce el riesgo de enfermedad renal en un 30 por ciento.
Rosales insta a buscar una mejor salud en general, alcanzar un balance en la forma de comer, disminuir los niveles de grasa del cuerpo, ejercitarse e incluir otros hábitos saludables. Hacerlo tendrá un impacto directo y positivo en la disminución de cualquier enfermedad.
Síntomas
Los riñones podrían no desarrollar ningún síntoma incluso cuando funcionan en un 50 por ciento. Después, cuando se vne más limitados empiezan los problemas.
El cuerpo presentará molestias como no orinar lo suficiente —retención de líquidos, hinchazón de piernas, tobillos o pies—, anemia, color alterado de la piel, falta de apetito, así como sensación de fatiga, afirma Méndez.
El paciente con enfermedad renal en estado avanzado podría sentirse confundido, sufrir náuseas e incluso convulsiones.
Tratamientos
Las personas diagnosticadas con enfermedad renal necesitan apoyo y tratamiento de por vida, y mientras se mantienen en este control pueden tener una expectativa de vida en la que continúan trabajando en sus metas personales.
Según el daño de los riñones se buscará que el cuerpo elimine toxinas de manera artificial.
Uno de los métodos de sustitución de la función renal es la hemodiálisis, que consiste en conectar al paciente a una máquina durante cerca de cuatro horas diarias, para que el aparato filtre la sangre.
También está la diálisis peritoneal, que es posible hacerla en casa, por medio de un catéter, en el área del abdomen.
Otra de las opciones es el trasplante renal, uno de los procesos más efectivos porque mejora la calidad de vida, hay menor riesgo de muerte y también disminuyen los costos del tratamiento.
Este procedimiento quirúrgico utiliza donantes vivos o muertos.
Un plan nutricional orientado por un experto es indispensable porque la manera de comer marcará parte de la salud de los pacientes y es diferente a la de una persona con riñones sanos.
No es recomendable beber más de un vaso de agua al día ni consumir alimentos con demasiada agua, y se deben eliminar comidas con altos niveles de potasio, como el banano.
Sí es permitido comer pan, pollo, pastas y otros alimentos. Lo ideal es que se tengan disponibles productos frescos, para evitar los procesados y enlatados. También se sugiere que al cocinar se usen especias, hierbas y condimentos libres de sodio. El paciente debe revisar cuánto de este componente tiene cada alimento, según la etiqueta. Un valor diario de 20 por ciento significa que es alto en sodio.
Méndez señala que una manera de apoyar a la persona con enfermedad renal es que la familia y amigos se involucren de alguna manera en seleccionar lo mejor para el organismo, tener una vida activa y acompañarla a sus controles frecuentes.