MENSAJES ÍNTIMOS

Y la ayuda llegó…

Tanta generosidad conmueve. Ciertamente, Dios mueve corazones, y este medio ha sido el canal privilegiado para que muchos lectores se acerquen a aquellos seres que sufren el infortunio del abandono, de la enfermedad, de la pobreza y más.

Es el caso de una joven de 28 años con necesidades especiales —así se nombra hoy en día a las personas discapacitadas— que en su angustia acudió a esta columna solicitando medicina para su madre, gravemente enferma, en el desamparo y sumida en el dolor.

Confieso —como un paréntesis— que cuando recibo estos llamados, la primera en ser tocada íntimamente soy yo, y no puedo cruzarme de brazos dejándolos al olvido. Desde luego que en mi respuesta no hay lugar para la objetividad periodística ni oportunidad para meterme a estudios avanzados sobre la pobreza en el mundo, como sí lo ha hecho mi nieto Óscar Pocasangre en la Universidad de Yale, recorriendo países. Ni siquiera me detengo a cuestionarme: ¿Por qué nos pasa esto a los guatemaltecos? ¿Por qué muere tanta gente abandonada a su suerte? Aunque sí tengo la respuesta. Y lo sé.

Entonces, lo que me pide el corazón es acción. Pensar en este espacio como un privilegio, porque me permite llegar al corazón de muchos lectores y amigos (as), que al leer un caso como al que me he referido al inicio no buscan culpables para callar su conciencia, ni esconden la cabeza como el avestruz. Pero qué lindo es saber que en el mundo queda tanta gente buena, humana, sensible, llena de amor de Dios, y que esta gente no deja endurecer su corazón frente la indiferencia, la materialidad, la pérdida de principios y tantos sentimientos destructivos. Y esta es la gente que ha respondido al llamado de una hija única, que a los pocos días de pedir ayuda para medicina, enterraba a su madre y quedaba sola, triste y desamparada.

¡Qué bueno y misericordioso es Dios! Karla Elizabeth Tziquien depende de una silla de ruedas y hoy ha recibido dos. La que obtuvo hace dos años, por este mismo medio, ya no daba para más, porque era una silla usada que no estaba en buenas condiciones, pero le sirvió mucho y vivía muy agradecida.

Además, recibió ayuda para sus medicinas, que llevaba meses de no tomar, por dárselas a su madre. Tiene problemas de salud, con afecciones en el hígado, los riñones y taquicardia.

He mantenido comunicación con Karla y me ha contado de toda la ayuda que ha recibido y de lo agradecida que está con todas las personas que le han llevado consuelo y asistencia económica. Por no tener DPI no ha podido gestionar otra cuenta bancaria, pues la que envió en su carta estaba a nombre de su madre, con un saldo de unos pocos quetzales.

Mi agradecimiento a las personas nobles y generosas que han llevado aliento y ayuda a esta joven de Chicacao, llevándole víveres, aportes en efectivo y su silla de ruedas; en otros casos, llamadas de solidaridad y consuelo a su dolor por la pérdida de su madre, que era todo lo que tenía en su vida.

rina.montalvo@gmail.com

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