Eso fue justamente lo que hizo Scott Cohen, quien se describe como un cíborg de 51 años.
El aparato funciona en cualquier lugar en el que esté, sin necesidad de conectarlo a otro dispositivo, acceder a una red de wifi o algo similar.
¿Cómo lo hizo?
“Hace un par de meses, me insertaron dos pequeñas barras de titanio debajo de la clavícula que cumplen la función de anclar al cuerpo una placa que dentro tiene una brújula con un timbre”, le explica Cohen a la BBC.
El dispositivo está cubierto de silicona y mide poco más de 5 centímetros.
“Para mí es un sentido adicional al olfato y los otros, no una herramienta. La biología evolutiva nos dio los sentidos, pero ya lo nos usamos con su propósito original”, indica Cohen.
Señala que el gusto ya no se usa para saber si un fruto es venenoso, la vista tampoco se utiliza para distinguir a una manada de animales que se dirige al lugar en el que la persona está, sino para ver televisión.
“Caminamos en el planeta rodeados de una cantidad de cosas que no registramos, no vemos luces infrarrojas ni rayos ultravioleta. Con este dispositivo puedo conectarme con cosas que ni sabía que estaban ahí”, añade.
Diferencia
Scott cuenta que no sabía cuánto tiempo tendría que transcurrir para poder sentir los cambios en su día a día.
Afirma que se sorprendió la rapidez con la que ocurrió.
“Ahora, cuando pienso un momento específico, puedo recordar el sabor de algo, si, pero en la jerarquía de mis recuerdos, mi sentido de orientación priva”, dice Cohen.
Para este hombre, no se trata de saber dónde está el norte para ubicarse y caminar en ese sentido.
“Va más allá. Si sé dónde está el norte, sé dónde está el sur, el este y el oeste. Y mi cerebro se encarga del resto”, cuenta.
“Se trata de conectarse con otros humanos y con lo que nos rodea, no con computadoras o inteligencia artificial”.