Los ejecutivos, en su gran mayoría hemos comprado esa fórmula, creo que ha sido una de las herencias recibidas de padres y abuelos, pensar que debemos hacer todo lo posible y a veces cubrir eventos casi imposibles para pagar una cuota y sacrificar tiempo para obtener los recursos que demanda el cubrimiento de ese bien.
Algunos de nosotros que amamos nuestro trabajo, que lo vivimos con pasión y nos hemos preparado constantemente, recibimos gracias a ello, suficientes recursos económicos y no es el déficit de los mismos un dificultad para conseguir comprar la tan ansiada casa o apartamento.
La reflexión para hoy está centrada en cuáles son los detonantes cuando tenemos que salir de entre esas paredes porque no entendimos que la función fundamental o el mensaje del abuelo no era comprar un bien material, era construir un hogar, cubrirnos del frío de la soledad, o evitar el calor que quema cuando se observa un espacio en una habitación o un comedor, al cual solo le adorna una lámpara, sin luz natural.
Los ejecutivos o líderes, como nos hacemos llamar ahora, debemos entender que los bienes materiales que podemos adquirir por medio de nuestro esfuerzo mental, intelectual o físico tienen un pleno sentido cuando causan un impacto en la gente. Para qué buscamos un lugar de habitación, con espacios elegantes y amueblados si no te puedes sentar para contemplar a tu esposa y darle un abrazo eterno a tu hija.
Para qué invertir tanto en las fachadas de nuestras casas, si con el frío que se vive dentro se deteriora cualquier pintura de larga duración. Creo que vale la pena entender que gran parte de nuestro futuro estará más cerca del amor que nos brindan personas del cuadro familiar, que la propiedad terrenal. Que tal si somos conscientes de la cantidad de letreros, no siempre visibles que dicen; vendo mi casa, quiero recuperar mi hogar.