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Su vida ha sido la información

Con la tradicional cortesía de las personas de su edad, el periodista Jesús Alvarado Mendizábal recibió a Prensa Libre en su casa, ubicada a una cuadra de una de las arterias más transitadas de la capital. No obstante, el silencio es profundo allí.

Periodista Jesús Alvarado Mendizabal, socio número uno, del Instituto de Previsión Social del Periodista. (Foto Prensa Libre: Edwin Castro)

Periodista Jesús Alvarado Mendizabal, socio número uno, del Instituto de Previsión Social del Periodista. (Foto Prensa Libre: Edwin Castro)

“Lo que menos me imaginé es que iba a trabajar en periodismo, yo quería ser músico”, expresa don Chusito Alvarado, como lo llaman sus amigos. “Mi padre no quiso que estudiara música, al igual que dos de mis hermanos, porque uno de ellos tuvo problemas y amenazas de un estudiante en el Conservatorio”.

¿Cómo se integró al periodismo?

Empecé a los 16 años como aprendiz de fotógrafo en el Liberal Progresista, periódico del partido político del general Jorge Ubico, mi sueldo era de Q30 mensuales.

¿En qué diarios trabajó?

En el diario Latino, de El Salvador, estuve nueve años. En Guatemala trabajé en Diario de la Mañana; Tribuna Popular, del Partido Guatemalteco del Trabajo; Diario de Centro América, en La Nación y en Nuestro Diario, junto a Pedro Julio García y Álvaro Contreras, de donde salieron para fundar Prensa Libre. También dirigí el departamento de relaciones públicas de varias instituciones de gobierno.

¿Qué cámara usaba?

Usé varias, recuerdo una marca Leica, cuyo flash no sincronizaba con la cámara y solo podía utilizarse “en bulbo” para “quemar la toma”. También usé una Speed Ghaphic formato 31/4 x 41/4.

¿Alguna foto que recuerde?

(Se queda en silencio). Es difícil elegir. Ahora recuerdo una que tomé a la esposa del presidente —Franklin D.— Roosevelt junto al general —Jorge— Ubico, cuando entraban al elevador del Palacio Nacional. Fue una foto en movimiento, no tan fácil de lograr como con las cámaras digitales actuales.

Usted destaca por haber promovido la creación del Instituto de Previsión Social del Periodista, ¿qué significa eso en su vida?

Ese instituto lo fundé junto a otros periodistas en 1994. Representa el reconocimiento de la sociedad al esfuerzo que el periodista ha realizado en beneficio del país y de la población.

Provee a los comunicadores activos atención médica y otras prestaciones, así como un plan de jubilación. Actualmente lo integran 280 afiliados. Se financia por medio del timbre de prensa, un impuesto a la publicación de anuncios.

Me enteré de que en Honduras existía este programa de ayuda, y desde entonces me propuse darle forma en Guatemala, por lo que ese mismo año presentamos al Congreso el proyecto que yo redacté junto a Julio Édgar García, Aileen Rivera y Joaquín Medina. Es un logro, no de todos los periodistas, pero igualmente beneficia a todo el gremio.

Usted se desempeñó en periodismo impreso, ¿qué opina del periodismo digital?

Es un extraordinario avance. La pregunta es si estamos preparados para ejercerlo o recibirlo. Es un cambio de hábitos, por ejemplo cambiar el hábito matutino de los lectores de ojear los periódicos impresos y pasar a encender la computadora y verlo en línea en una pantalla. El periodismo digital también es un gran medio que no se ha explotado hasta el momento para captar el timbre de prensa del que se financia el IPSP.

¿Qué aconsejaría a los periodistas de hoy?

Que respondan a lo que aprendieron en la escuela de Comunicación: ser consecuentes y verdaderos voceros de los derechos del pueblo. Tener objetividad, luchar por ser imparcial lo más posible. Ser respetuoso del derecho ajeno. Yo no creo en la libertad irrestricta, creo que mi libertad termina donde principia la del otro porque todos tenemos derechos. Que nunca recurran a la especulación y no descuiden su presentación personal, porque antes nadie entraba a una fuente informativa sin saco ni corbata.

¿Recuerda algún consejo recibido en su labor periodística?

Honestamente no le podría decir. No tuve quién me orientara. No sé si en el diario Latino, de El Salvador, fueron muy tolerantes conmigo. Ahí me inicié como reportero, pero nunca me rechazaron una nota. Si las corregían, no recuerdo.

¿Se forjó a sí mismo?

Aprendía de las experiencias, por ejemplo a corroborar una noticia antes de publicarla. Cuando trabajaba en el Diario de Centro América en la época de —Carlos— Castillo Armas, recibí una llamada del hospital, que informó que una niña herida por una bomba lanzada por el famoso avión “Sulfato” había muerto y la nota se publicó, pero fue una llamada falsa.

¿Alguna vez le ofrecieron dinero por alguna publicación?

Jamás recibí un centavo de alguna “fafa”. Nunca. De eso tengo mucho, mucho orgullo.

¿En su época cómo era un día de trabajo?

Trabajé en dos diarios de la tarde. Ahí se reporteaba de 8 a 11 de la mañana y después se regresaba al escritorio a redactar. Hacía la nota y la foto. La actividad terminaba alrededor de las 12 horas.

Usted ha sido presidente de la APG, ¿por qué se ha reducido el interés por pertenecer a esta entidad?

Se ha dividido en grupos. Se ha dado polarización. Además los estatutos citan que todo egresado de las universidades de periodismo tiene derecho a ingresar.

De esa cuenta ha habido directivos que jamás han trabajado en periodismo, sino en la docencia, pero yo adverso eso: es muy diferente enseñar a ejercer.

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