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¿Por qué la izquierda no se ha beneficiado con la crisis económica mundial? (y la derecha sí)

Una vieja teoría de la izquierda basaba la revolución en las crisis: la agudización de las contradicciones internas del capitalismo como vía regia para una alternativa socialista.

Syriza se convirtió en la única alternativa de izquierda que llegó al poder en Europa después del crack de 2008. GETTY IMAGES

Syriza se convirtió en la única alternativa de izquierda que llegó al poder en Europa después del crack de 2008. GETTY IMAGES

Pero a diferencia del crack del 29 que dio origen al “New deal”, la intervención estatal y el Estado Bienestar, el estallido financiero de 2008, que todavía planea sobre el estancamiento económico global, ha visto un resurgimiento de un populismo de derecha -sea Donald Trump, Marie Le Pen o el Brexit-, basado en una retórica nacionalista, antiinmigrante y nebulosamente antielitista.

En América Latina, baluarte del resurgimiento de una alternativa de izquierda este siglo, el panorama no es diferente.

Si bien Rafael Correa en Ecuador, Evo Morales en Bolivia o Michelle Bachelet en Chile todavía representan con sus peculiaridades variantes a gobiernos de izquierda, en Argentina gobierna Mauricio Macri con un proyecto neoliberal respaldado por las urnas, en Brasil Dilma Rousseff sigue suspendida hasta que se decida el destino final del “impeachment” y en Venezuela se debate si hay un referendo revocatorio de Nicolás Maduro.

Según Costas Lapavitsas, exdiputado de Syriza en Grecia, académico de SOAS en la Universidad de Londres y autor de “El capitalismo financiarizado. Expansión y Crisis”, la izquierda no se ha recuperado de la derrota política sufrida en el siglo XX.

“La izquierda perdió la confianza en sí misma a raíz de la derrota histórica que sufrió con la caída del muro de Berlín. Su análisis económico es anticuado y sus valores históricos no han sido replanteados. El internacionalismo es un caso. Seguir planteándolo es un error cuando hoy los grandes beneficiarios de la globalización son las corporaciones”, señaló a BBC Mundo.

En resumen, una crisis histórica, política, ideológica y de valores que ha dejado un gran vacío y un pesado interrogante en ese lugar que llamamos la izquierda.

Pero vamos por partes.

El fin de la revolución

Uno de los grandes historiadores de la modernidad, Eric Hobsbawm, señala que la caída del muro de Berlín marcó el fin de un ciclo que empezó en el siglo XVIII con la “era de la revolución” (francesa, americana e industrial) y siguió en el 20 con la revolución soviética.

El dramatismo histórico de este evento tuvo un claro impacto en una filosofía política que giraba en torno a la idea de un cambio profundo de estructuras económicas, políticas e institucionales.

El Partido Comunista, poderosísimo en Italia y Francia, influyente en Grecia, España y Portugal, es hoy una sombra de sí mismo que deambula en algunos casos -como Italia- con nuevo nombre y principios eclécticos.

La otra pata de la izquierda del siglo XX, la social democracia, basada durante décadas en una profunda reforma keynesiana del capitalismo, perdió esa brújula y buscó absorber de una manera u otra el neoliberalismo triunfante.

Heiner Flassbeck fue asesor del ministro de economía alemán Oskar Lafontaine que llevó adelante en 1998-1999 el último proyecto radical social demócrata europeo.

“La izquierda no ha comprendido el nuevo capitalismo financiero que ha estado en el centro de la actual crisis porque se volvió conservadora y teme cuestionar el sistema actual”, señaló a BBC Mundo.

En este terreno resbaladizo y sin utopía revolucionaria a mano se produjo la crisis de 2008.

El malestar de la globalización

La globalización, que prometía un paraíso del libre mercado capitalista a principios de los 90, quedó gravemente en entredicho con el estallido financiero.

La tímida recuperación económica que siguió al descalabro financiero global no revirtió la pérdida del salario real promedio:

En Estados Unidos es un 1,2% más bajo que antes de la crisis.

En el único caso de sólida supervivencia económica de la eurozona, Alemania, disminuyó un 2,4%.

En el Reino Unido los salarios declinaron año a año entre 2009 y 2014, “la peor caída desde mediados del siglo XIX”, según el semanario “The Economist”.

En las economías en desarrollo de América Latina, pasado el boom de las materias primas, que igual no consiguió eliminar altos niveles de desigualdad, la desaceleración la están sufriendo las clases medias y bajas.

“La tragedia es que la derecha estaba lista para aprovechar esta crisis. La izquierda no estaba preparada porque se había reacomodado a las ideas neoliberales dominantes”, indicó a BBC Mundo Lapavitsas.

El límite de la opulencia

En el mundo desarrollado, Syriza fue la respuesta más radical al estallido de 2008 y terminó reconvertida a una agenda neoliberal bajo la presión del resto de la Unión Europea (UE).

Jeremy Corbyn en el Partido Laborista británico, Bernie Sanders entre los demócratas estadounidenses o Podemos en España surgieron al calor de la crisis, pero ninguno consiguió dar el salto de movimiento de protesta a alternativa de poder.

Entre los movimientos sociales, la irrupción del Movimiento 15-M en España, también conocido como Indignados, o Occupy Wall Street en Estados Unidos marcaron protestas masivas que no se consolidaron en el tiempo.

Michael Kazin, profesor de historia en la Universidad de Georgetown, Estados Unidos, y coeditor de la revista “Dissent” explicó a BBC Mundo que el bienestar económico de estas sociedades limitan el impacto de un mensaje alternativo.

“El hecho de que hoy mucha gente en las sociedades industrializadas tienen pequeñas computadoras en sus bolsillos, simboliza el acceso a un consumo masificado impensable en otras épocas. En la crisis de los años 30 la mayoría no tenía teléfono. Eso no quita que la creciente desigualdad sea una oportunidad para la izquierda”, señala Kazin.

Los medios

Un gran beneficiario del vacío ideológico que dejó el fin de la Guerra Fría fueron los medios que se convirtieron en grandes intérpretes del devenir económico, político y social.

En 1995, el entonces líder de la oposición laborista en el Reino Unido, Tony Blair, cruzó medio planeta para encontrarse con el magnate mediático Ruppert Murdoch, dueño de Fox, “The Wall Street Journal”, “The Times”, “The Sun” y Sky TV, entre otros formadores de opinión.

Muchos vieron en ese encuentro un pacto con el diablo seminal de la idea del “nuevo Laborismo” que corrió al partido hacia el centro.

Es un proceso de larga data. Un escritor y periodista estadounidense, Walter Lippmann fue el primero en vincular, a principios del siglo pasado, a los medios con una “revolución en el arte de la democracia” que podía servir para “manufacture consent”, es decir, crear un consenso.

Con un 85% de la información mundial controlada por unos 10 conglomerados mediáticos, el poder de fuego de estos grupos para “generar consenso” a favor o en contra de un partido, político o iniciativa es considerable.

En Estados Unidos, Fox contra Obama; en Brasil, Globo contra el Partido de los Trabajadores; o en Argentina, Clarín contra el Kirchnerismo, son ejemplos de esta colisión entre grupos mediáticos y proyectos de centroizquierda.

Costas Lapavitsas reconoce el fenómeno, pero señala que tiene límites.

“Siempre volvemos al tema de los medios. Es un gran problema, en especial con la actual desorganización de la izquierda. Pero la realidad es que en Grecia la mayoría se oponían el año pasado en el referendo que convocó Syriza y, a pesar de ello, Syriza, lo ganó por un 60%”, señaló.

América Latina

El fin de la “era de la revolución” impactó particularmente a la izquierda de América Latina que desde la revolución cubana se planteaba un cambio de sistema fuera por la vía pacífica o las armas, caminos ejemplificados por Salvador Allende en Chile y las guerrillas en distintos países.

Pero en el siglo XXI, para sorpresa de muchos, América Latinapareció convertirse en la brújula perdida por la izquierda.

En pocos años, distintas variantes de izquierda, ganaron el poder en Argentina, Brasil, Bolivia, Ecuador y Venezuela.

En muchos de estos países la izquierda constituyó una reacción al proceso de globalización encarnado por el Consenso de Washington (desregulación, privatización, apertura de mercados) que, implementado en los 90, no había producido el despegue económico-social prometido.

Pedro Brieger, director de Nodal, primer portal dedicado exclusivamente a América Latina y el Caribe, señala que esta nueva izquierda encarnó un cambio de paradigma.

“Son gobiernos marcados por la caída del muro de Berlín y la crisis de la izquierda tradicional. Todos tienen una matriz populista muy fuerte, pero no conforman un pensamiento homogéneo. No hay una revolución clásica como la bolchevique o francesa. No se prohíbe a los partidos o la prensa opositora, no se desmantela el aparato judicial y, por lo tanto, se enfrentan a grandes poderes que siguen coexistiendo con ellos. La revolución cubana destruyó el Estado de Batista y creó uno nuevo”, señaló a BBC Mundo Brieger.

Mientras el boom de las materias primas y la dinamización del mercado interno por la redistribución del ingreso favorecieron altas tasas de crecimiento, el modelo fue posible.
En esta época de vacas flacas está crujiendo.

“Hoy el neoliberalismo sigue siendo la ideología dominante en todo el planeta, pero es una ideología que va a quebrarse por su propia rigidez. La izquierda necesita estar lista para la próxima crisis. No puede repetir el error de 2008”, remata Lapavitsas.

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